Un escritor escribe para sí mismo y para los otros. Logra su cometido cuando su creación se materializa y su voz puede tener una oportunidad de llegar a los demás. Una de las principales dificultades que debe afrontar todo escritor es publicar su obra, en primer lugar, y luego encontrar los mecanismos de difusión y de distribución. En la mayoría de los casos, el autor debe costear con su propio bolsillo la edición, a falta de apoyo estatal o empresarial.

Pero no siempre el escritor estuvo desprotegido. En la década de 1960, el Consejo Provincial de Difusión Cultural comenzó a publicar libros de autores tucumanos y del NOA, actividad que cesó cuando fue cerrado por el primer gobierno de Antonio Bussi. En su reemplazo, este creó la Dirección de Cultura, que esporádicamente publicó libros hasta que dejó finalmente de hacerlo. En la década de 1980, durante la intendencia de Rubén Chebaia, se impulsó la actividad editorial y esta se llevó a cabo durante pocos años.

La Secretaría de Extensión Universitaria se sumó a esta actividad en los 80. Por impulso del poeta Juan E. González, se creó una colección de autores tucumanos, que editó obras de María Elvira Juárez, Ariadna Chaves, Arturo Álvarez Sosa, Néstor Rodolfo Silva y Mario Casacci, entre otros. En esa época, la Universidad Nacional de Tucumán tenía un participación activa en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, que incluía un stand propio y presentaciones de las obras, con la presencia de los autores. Aduciendo razones presupuestarias, la casa de Juan B. Terán decidió resignar ya hace varios años tan importante espacio editorial y se acopló en el lugar de la Provincia.

De todos modos, la UNT siguió con ediciones literarias, con alternativas interesantes, como por ejemplo, el sistema de coproducción que planteó en su momento el Departamento de Publicaciones de la Facultad de Filosofía y Letras y que le permitió a muchos escritores editar.

En diciembre de 2005, una buena noticia llegó para el mundo de las letras locales con la promulgación de la ley N° 7.694 que creaba el Fondo Editorial del Aconquija (FEA), cuya misión sería financiar la edición, reedición, difusión y comercialización de obras de escritores tucumanos y de la región del NOA, de carácter literario, histórico, científico, educativo y de cualquier otro género o interés general que constituyera un relevante aporte a la cultura. Tras un largo silencio de casi cuatro años, a fines de abril de 2009, se anunció la puesta en marcha de la editorial, que conforme con la norma de su creación debía estar dotada de una partida del presupuesto anual de la Provincia, destinada especialmente a ese efecto, correspondiente a la Secretaria de Estado de Cultura. Son pocas las publicaciones que se conocen desde entonces.

Con una herramienta formidable como esta se podrían haber editado o reeditado obras de autores destacados en nuestra literatura como Guillermo Orce Remis, Manuel Aldonate, Julio Ardiles Gray, Lucho Díaz, Rafael Jijena Sánchez, Juan José Hernández, Juan Piatelli, José Augusto Moreno, por citar algunos nombres. Si estas publicaciones tuvieran su correlato en el Ministerio de Educación y en la UNT que dispusieran el estudio obligatorio de la literatura tucumana, se daría un gran paso en la construcción de nuestra identidad. De ese modo, los comprovincianos conocerían quiénes son sus escritores y los valorarían.