CONCEPCIÓN.- Don Zoilo Ambrosio Brito, de 74 años, tenía un caminar pesado, pero no tanto a causa de su edad, sino por las secuelas que le dejó en una de sus piernas, un accidente que sufrió en Mendoza hace varios años. 

En esa provincia se quedó cuando por la década de los 80 emigró desde aquí en busca de trabajo. Los que lo conocieron aseguran que el hombre podría haber estado ahora en Cuyo disfrutando de su jubilación. O quizás compartiendo con sus amigos las tardes secas y de brisas leves. O tal vez recordando los tiempos de la vendimia, en los que -según le gustaba contar- arrancaba desde el alba hasta el atardecer los racimos que humedecían sus manos. Sin embargo, el destino le tenía preparado un desenlace imprevisto, desgraciado.

Ese final comenzó a trazarse cuando Norma Romano, su hija y victimaria, lo fue a buscar hace unos cuatro años y lo trajo hasta Villa Quinteros. “Ella lo encontró, al parecer, luego de un tiempo de averiguaciones y lo convenció para que viniera hasta aquí. Decía que el hombre no podía seguir solo. Que para eso estaban los hijos”, contó la vecina Elida Alcaráz. Zoilo, que entre los vecinos era conocido como “El viejito”, se instaló en una esquina del extremo Este del San Elías y comenzó a levantar una casa de ladrillos y cemento. La vivienda luce amplia, cómoda y con una tapia a medio hacer. Norma tenía su propia habitación al fondo del inmueble. “Ella era de saludar nada más. No hablaba con nadie aquí. Además poco estaba en su casa. Salía bastante. Ni siquiera le cocinaba al pobre. Nosotros le dábamos a veces lo que hacíamos, porque él siempre se preparaba comidas rápidas. Era un vecino que nos inspiraba lástima”, comentaron los lugareños.

El final
El viernes 28 de marzo, Brito salió a la tarde desde su casa y se perdió en unos cañaverales próximos a su casa. A las 21.10, Norma fue a la comisaría local a denunciar que su padre se había ausentado del hogar. Entonces los uniformados montaron un operativo de búsqueda por la zona con la colaboración de los vecinos. Cerca de la medianoche lo encontraron asesinado con dos tiros en la espalda a unos 700 metros de su casa. El cadáver estaba boca abajo y al lado suyo había un tarro de pintura de 20 litros, un pedazo de telgopor y un machete. Según la policía, esos elementos fueron “plantados” cuando se armó la escena del crimen. El viernes a la mañana, abrumada por las pruebas en su contra, Norma confesó ante la justicia la autoría del crimen. Según trascendió, la imputada cometió el homicidio por cuestiones económicas o porque Zoilo tenía pensado vender la casa en la que estaba viviendo para no dejarle nada como herencia.

Mentiras
En el barrio San Elías nadie cree en esas versiones. “¿Cómo se puede decir eso si él le hizo construir su habitación? Además, era imposible que haya estado pensando en venderla cuando seguía construyendo. Tampoco lo podía hacer porque el terreno no tenía papeles”, apuntó Alcaráz. 

Don Zoilo no solía retirarse lejos de  casa por su problema para caminar. Jorge, un vecino próximo al difunto, recuerda que una vez el hombre se cayó en la calle y gritó desesperado para que fueran a levantarlo, porque por si mismo no lo podía hacer. “Alguna mentira le dijo la Romano para que se haya alejado 700 metros de la casa. Lo hizo ir ahí para ejecutarlo”,  apuntó. “Nadie puede creer la muerte que tuvo ese pobre hombre. Y para colmo a mano de su propia hija, que no era reconocida. En este barrio se había ganado el cariño de todos. Nos duele mucho lo sucedido”, dijo Alcaráz. “Lo anduvimos buscando por aquí cerca nomás. Es que sabíamos que no podía alejarse mucho. Pero fue ella que nos llevó hasta donde se lo encontró. Entonces comenzaron las sospechas”, agregó. Los vecinos pensaron al principio que don Zoilo había sufrido una descompostura cardiaca, porque hace un par de años tuvo un pre-infarto.

Pistas falsas
La gente del lugar también dijo que Norma mintió al orientar la búsqueda del arma homicida hacia el extremo Oeste del pueblo. Es decir, a más de tres kilómetros del lugar del hecho. “Mandó a los policías al otro extremo así no puedan encontrar al revólver, afirmaron. El rastrillaje del arma, realizado el viernes por personal de la división Homicidios y de la Brigada de Investigaciones de la Regional Oeste, resultó infructuoso y se reanudaría en las próximas horas. Nadie se atreve a esgrimir una hipótesis sobre la causa del crimen. La cuestión es que la casa de Zoilo quedó abandonada, con la puerta de acceso cerrada con varios candados. Un par de ojotas al pie de la puerta parecen revelar los últimos pasos del difunto en su casa. Cerca, un perro negro parece hambriento y a la espera de su dueño. Se desconoce cuantos hijos tuvo Zoilo. Otra de sus hijas vive a dos cuadras en una casa humilde que también está cerrada y sin ningún ocupante. En el San Elías la gente está desconcertada. No le encuentran ninguna razón al crimen de “El viejito” del barrio, a quien definieron inofensivo y amistoso. Por eso ahora reclaman a la Justicia el máximo de rigor contra la homicida. (C)