Restaurar o no restaurar, y en tal caso, cómo hacerlo. El hallazgo de un busto de Eva Duarte de Perón en Concepción, que permaneció oculto durante 60 años, ha generado posiciones encontradas. Mientras el concejal Raúl Flores, el militante Leandro “Pocho” Ibarra y el artista plástico Julio Villafañe promueven la restauración, el curador del Museo Evita, Gabriel Miremont opina lo contrario.

El museólogo estimó que una restauración “borra la huella de la historia, del pasado”. Y añadió: “es hacer lo mismo que la revolución autotitulada libertadora. Ellos quisieron borrar la memoria de Perón, y si se lo restaura se borra la memoria del agravio y persecución que sufrió el peronismo”. Posteriormente, aconsejó que debe compartirse con la gente, exhibiéndolo, o ubicándolo en un museo: “debe contarse esta historia para que no se borre la memoria y se aprenda de ella”.

En un artículo que LA GACETA publicó recientemente, se daba cuenta que en 1955, cuando cayó Perón, la plaza principal de Concepción fue escenario de un enfrentamiento: mientras un grupo se dedicó a destruir el busto de bronce de Eva Duarte que estaba instalado allí, unos pocos trataron de protegerlo. El resultado fue que la escultura terminó arrancada de su pedestal, partida en dos, y escondida bajo tierra. “Sabemos que el busto se hizo por encargo de obreros de la Fotia. Fue instalado en el centro de la plaza Mitre a fines de 1952. Cuando vino el golpe cívico-militar de 1955, algunas personas lo arrancaron de su pedestal y lo pasearon arrastrándolo, como si fuera un trofeo. Llegaron a decapitarlo y lo dejaron tirado. Lo rescató gente peronista que lo enterró en los fondos de una casa y lo mantuvo oculto durante 59 años”, contó “Pocho” Ibarra a este diario.

“El busto, en sí, es símbolo del amor y del odio, amor a Eva que lo construyó y el odio que lo destruyó. Ese busto roto es el testigo de los dos momentos de nuestra historia más allá de nuestras posturas personales es un documento de los amores y odios de nuestra historia como argentinos; este busto ya no es importante por ser el retrato de Evita; es un objeto que en su forma y estado cuenta parte de nuestra historia reciente como sociedad”, explicó Miremont, creador de alrededor de medio centenar de museos en todo el país.

Desde el punto de vista artístico, se trata de un busto esculpido por el maestro italiano Tomassi que residía en Buenos Aires. “Se vendía en bronce o en yeso como parte del ‘merchandising’ de la Escuela Superior Peronista en el departamento de difusión. Era uno de los retratos escultóricos favoritos de la propia Eva Perón. Existen algunos otros de diversos autores, también sobrevivientes, pero este en particular era con el que ella más se sentía identificada y por eso muchas veces presidía las obras de la Fundación Eva Perón o era obsequiado a funcionarios e instituciones”, contó el museólogo. “También la gente los podía adquirir, incluso junto a uno de Juan Perón que lo presenta con una camisa blanca abierta, obra de Fioravanti, y muchas veces se transformaban en pequeños altares populares que manifestaban la devoción del pueblo. Pese al odio y la persecución aún hoy se conservan algunas copias como la que se exhibe en el museo Evita en Buenos Aires”, describió.

También el escultor Floreal del Valle Reinoso y la doctora en historia Claudia Herrera (Ises- Conicet) opinaron que el busto debe ser conservado en el estado en que fue encontrado. “Su restauración significaría borrar huellas o pruebas de la pobreza de espíritu de los que cometieron tan despreciable acto. Es posible obtener una copia que reemplazaría al original en lugares públicos”, dijo Reinoso. Y Herrera, que fue consultada como experta por la Comisión que custodia el busto de Eva acerca de la conveniencia de su restauración, opinó: “El busto de Eva Perón, más allá de su gran valor artístico y cultural, es un hallazgo que encierra un fuerte significado histórico. E busto ultrajado habla por sí mismo de un período clave de nuestra historia. La intolerancia y la violencia de esos años han quedado grabadas en este bronce como un documento histórico”.

Guillermo Rodríguez, el escultor que realizaría la restauración, explicó que su trabajo no lo haría para que quede como nueva. “Hay que procurar una restauración que deje huellas de lo que pasó, sin que esto afecte lo visual de la obra”, afirmó.