Dos pequeñas banderas son izadas. Una es blanca y celeste y la otra lleva por insignia la imagen bicéfala de un león. Una campana suena para dar inicio a una tradición llamada “Invocación Leoística”. En un edificio de departamentos ubicado en San Miguel de Tucumán se escucharon sonrisas joviales. Allí, un grupo de jóvenes pensaron cómo colaborar con los alumnos de la Escuela N° 222 de El Nogalito, un paraje de alta montaña que pertenece a Lules.
Gestos hacendosos: Angelita, Silvia, Jaqueline, Alfredo, Juan, Diana, Guillermo y Gastón mostraron el domingo pasado a un periodista de LA GACETA el mejor de los rostros. El rostro de quienes apuestan por el compromiso ciudadano en beneficio del pueblo.
Estos jóvenes - de18 a 30 años en promedio- integran la agrupación Club LEO del Jardín, una organización no gubernamental sin fines de lucro, dependiente del Lions Clubs Internacional que tiene como misión atender las necesidades de comunidades locales y del mundo. 1.350.000 leones distribuidos en 208 países que comparten una creencia esencial: “la comunidad es lo que nosotros queramos que sea”.
La casaca del corazón
Reunidos en ronda. Sentados en el suelo con las piernas cruzadas, los chicos del Club LEO trabajan a destajo para fabricar útiles escolares con la camiseta solidaria puesta: cartucheras de tela cosidas y remedadas a nuevo, lápices, tijeras y reglas. Una metamorfosis que convertirá en carpetas a decenas de pares de tapas de cartón forrado con papeles de mil colores. Una librería llena de cariño que permitirá tomar apuntes a los escolares de la Escuelita del Nogalito.
“El club se llama LEO porque sus siglas significan Liderazgo, Experiencia y Oportunidad. ¿Por qué? porque estamos convencidos de que a partir de nuestras horas de servicio comunitario logramos una oportunidad genuina para alcanzar experiencias que nos posibilitarán desarrollar un sano liderazgo en función de la armonía de nuestro grupo”, expresa Ángeles Menacho, una estudiante de Ciencias de la Comunicación de la UNT que habla con entereza acerca del valor social que representan los trabajos de voluntariado.
Angelita –así la conocen sus amigos- comenta que, para este año, los LEO decidieron echar manos a la obra para colaborar con los pobladores de El Nogalito, lugar en la que la principal actividad económica es la producción ganadera y de hortalizas. “En la montaña hay muchas urgencias. Como es una zona rural, las casas están muy dispersas y los chicos tienen que viajar largas distancias para estudiar. Decidimos organizar una convocatoria para hacer una colecta de útiles, ropa, alimentos y bicicletas, porque es un buen medio de transporte para viajar a la escuela. Para este año queremos organizar talleres de educación sexual, higiene bucal, charlas sobre valores, primeros auxilios y lenguaje de señas”, explicó la joven de 24 años.
Colecta
Esta organización juvenil no confesional y apartidaría tiene el padrinazgo del Club de Leones Tucumán Norte, señala Alfredo Ludueña (21 años), quien preside la agrupación. “Estamos por hacer un ropero solidario para poner a la venta prendas a 1 $. Lo recaudado será puesto a disposición de los maestros. Como nos gustaría que cada chico tenga su propio guardapolvo y puedan alimentarse bien convocaremos a empresas tucumanas para que se sumen a nuestra iniciativa. Nuestro deseo es que lo recolectado sea entregado a la comunidad del próximo 15 de marzo”, señala el estudiante de Ingeniería Biomédica.
“La idea no es donar sino hacer aportando un valor agregado a los bienes que confeccionamos”, expresa Jaqueline Agüero. Cuenta que el año pasado, cuando se celebraron bautismos y confirmaciones en la capilla local, los LEO junto a los grupos Tarpuy y Palestra hicieron una pequeña fiesta en la que los niños se entretuvieron con pintura y jugaron al “pato al agua”.
“La mejor recompensa es volver a casa y saber que antes de acostarte hiciste algo en beneficio de los que más necesitan”, reflexionó.
“Niños que saben escuchar porque aprecian el silencio”
Si bien las familias viven de la producción de chauchas, arvejas, tomates, choclos, la venta de queso y quesillo, del empleo público y de la construcción, la solidaridad siempre es bien recibida porque en la montaña las carencias existen, dice Ana María Rodríguez, profesora de Física de la Escuela N° 222.
“Creo que es excelente lo que hacen los voluntarios del Club LEO. Conmueve ver lo que aportan estos jóvenes desinteresadamente por estas comunidades. Uno viene de la vorágine de la ciudad a trabajar en las escuelas del campo y se encuentra con niños que saben escuchar porque aprecian el silencio. Son muy cariñosos y afectivos. Para ellos la sinceridad es una ley y lo manifiestan cuando algo les agrada como cuando están disconformes. Algo que los caracteriza es que muestran alegría hasta por las cosas más simples”, expresa la maestra.
En cuanto al contexto socioeconómico de El Nogalito, manifestó que muchas familias sufren necesidades porque el poder adquisitivo es muy bajo.
“Los alumnos no tienen lápices y les falta abrigo. A algunos les cuesta un poco asimilar lo que les enseñamos porque les falta el hábito de estudio. Muchos ayudan a sus papás en el campo porque aquí es costumbre que aprendan los oficios rurales. Al medio día comen en la escuela y a la tarde regresan a sus casas a trabajar en las plantaciones y en la fabricación de adobe. Por fortuna, gracias a los programas sociales, nos aseguramos de que cumplan con la asistencia a clases durante el ciclo lectivo”, dijo.