Por Horacio Semeraro*
Si alguien me hubiese preguntado antes de leer Memorias sobre su autor, le hubiera respondido que se trataba de un joven de 81 años, que creó en la década del 60 una conocida editorial que llevó su nombre. Que en 1968  junto a Pedro Pujó, Rafael López Sánchez y Javier Arroyuelo creó el sello Mandioca, convirtiéndose en propulsor de talentos del rock en castellano. Recordaría que en la compañía  Talent-Microfon produjo los primeros discos de Sui Géneris. Que se exiló a España en los 70, donde trabajó en compañías discográficas como CBS y BMG , donde produjo a Mecano, Antonio Flores y Marta Sánchez, entre otros. Que editó Mafalda de Quino, reuniendo las tiras publicadas en periódicos. Y que un buen día de 2010 regresó a Argentina lleno de proyectos.

Pero al leer el libro se tiene acceso a un mapa literario-musical de la época, que incluye a los escritores que trató y publicó; a infinidad de anécdotas sobre Torre Nilsson, Beatriz Guido, León Rozenmacher, Oscar Masotta, David Viñas, Ricardo Piglia, Juan José Saer, Marta Lynch, Mario Vargas Llosa, Pedro Orgambide, Félix Luna y Pepe Bianco entre otros autores de sus aproximadamente 300 títulos publicados. 

Particularmente destacables son las narraciones de sus encuentros con García Márquez en el D.F de México, con Roland Barthes en París. O con Lola Flores o el general Perón en España.  Dedica un recuerdo especial a Pirí Lugones (nieta de Leopoldo Lugones): una de sus grandes amigos, junto a Babsy Torre Nilsson y Beatriz Guido. 

Los grupos musicales mencionados en sus memorias conforman un vasto muestrario de época que  abarca desde Manal, Tanguito , Miguel Abuelo o Los brujos, hasta Vox Dei, Billy Bond, Almendra y Sui Géneris. En suma, un libro testimonial que  entretiene.

(c) LA GACETA

* Escritor, crítico, periodista cultural.

FICHA

Título: Memorias

Autor: Jorge Alvarez

Género: Memoria

Editorial: Del Zorzal

Páginas: 336

Precio: $ 125

Año de publicación: 2013


FRAGMENTO


“Me cuido mucho de usar un invento argentino: la fórmula ‘de alguna manera’. Creo que en la actualidad ha infectado a todo bicho hispanohablante que haya tenido la fortuna de estudiar algo. Me autoconvenzo de lo reaccionario de su significado, porque es como decir que algo puede ser así o de otra forma totalmente distinta, dejando abiertas las puertas de la rectificación de par en par. Gabo (Gabriel García Márquez), a su vez,  me dijo en un restaurante de San Ángel Inn, en el D.F. de México, mientras me mostraba las páginas aún inéditas de Cien años de soledad -por cierto, maravillosas- que había escrito durante el día, que el punto y aparte es para pedir el aplauso, y -en su caso-merecidamente escucharlo. Por eso me explicaba que no le gustaba usarlo demasiado. Yo siempre trataré, como he dejado entrever, de seguir los buenos ejemplos y utilizarlo lo menos posible. De paso sea dicho, Gabo es un ser magnífico. Cuando lo conocí junto con su mujer, todavía Carmen Balcells (su mánager) no había ejercido y ejercitado con él, todos sus catalanismos. Por esa razón, era un señor más “saludable”-como decía el papá de Esteban Peicovich-, un señor a quien se podía saludar siempre con un ‘buenos días’. Como argentino, he realizado el tremendo esfuerzo de tratar de no demostrar lo ingenioso que se puede ser y transformar la escritura o los diálogos en esa especie de fuego artificial al que la velocidad y la ironía culta de los porteños nos condenan. Algunos me obligaron a practicar durante años ese juego hasta que me aburrió tanto que lo abandoné.”