El 22 de octubre de 2013 más de 6.000 familias tucumanas celebraron el resultado del sorteo que los acercaba al sueño de la casa propia. Habían sido consagrados beneficiarios del Programa de Crédito Argentino (Procrear), que otorga varias líneas de créditos para viviendas. A tres meses de ese día, muchos temen que el sueño nunca se convierta en realidad.

El crédito tiene varias modalidades; entre ellas, las que beneficia a personas que no tienen terreno, y que necesitan el préstamos para comprarlo y construir en él.

Es el caso de Natalia Pérez Guerrero y su esposo, Javier Rojas, padres de Benjamín, de dos años. “Siempre habíamos soñado con la casa propia. Apenas nos enteramos de que éramos beneficiarios, comenzamos a buscar terrenos en lugares donde nos hubiera gustado vivir: Yerba Buena o San Pablo. Pero muy pronto nos dimos cuenta que los precios aumentaban sin control. El lote que la semana pasada valía $ 70.000 había aumentado a $ 100.000. Dos semanas después, costaba $ 150.000”, relata Natalia.

Lo mismo les estaba ocurriendo a Darío Acosta y su esposa, Lorena Parajón, cuando conocieron a Natalia; casualmente, buscando terrenos para comprar. Intercambiaron historias y tomaron consciencia de que el problema debía afectar a muchas más familias. Se les ocurrió agruparse y la primera medida fue formar un grupo de la red social Facebook que los congregara.

“Lo lanzamos a finales de noviembre, e inmediatamente comenzaron a sumarse familias. En diciembre ya éramos como 60 personas, así que decidimos comenzar a reunirnos semanalmente. Hoy somos casi 600”, comentó Natalia.

Lo que los une, además del interés por compartir información sobre ofertas de terrenos, es la preocupación. Los días siguen pasando y los precios están cada vez peor.

El programa sólo concede para la compra del terreno un préstamo por $ 100.000, y el titular puede aportar de su bolsillo hasta $ 50.000 más. Ese es el tope, y no se permite construir sobre terrenos más caros. “El problema es que prácticamente no existen lotes de esos precios”, explica Fernando Galíndez, padre de cuatro hijos y esposo de Cynthia Pinto. Ellos se enteraron por intermedio de LA GACETA que personas en su misma situación se reunían regularmente, y se sumaron al grupo.

“Comprendimos que lo que nos estaba ocurriendo tenía nombre y apellido: especulación inmobiliaria. Y decidimos que no íbamos a resignarnos a ser víctimas. Somos gente de trabajo, hemos calificado para el préstamos por ser personas rectas, cumplidoras. No vamos a renunciar al sueño de la casa propia”, redondeó Fernando.

Por los hijos
Saben que el paso del tiempo les juega en contra, y que los plazos son cada vez más cortos. Pero sostienen que no van a dejar pasar la oportunidad, especialmente por sus hijos.

“El sueño de mi vida es que el ‘gordo’ tenga un patio”, dice Natalia, mamá de Benjamín. Para Fernando, las cosas no son más fáciles: tiene cuatro hijos y el mes que viene van a demoler el edificio en el que alquila. Lorena no tiene niños, pero quiere tenerlos cuando deje de vivir en casa de su padre, con su esposo.

Ya tuvieron una reunión en Casa de Gobierno, y esperan ser recibidos nuevamente. Dicen que lo único que esperan es pagar por su vivienda un precio razonable. Acostumbrados al trabajo, a muchos les costó llamar “especulación inmobiliaria” a lo que ellos denominan simplemente como una “avivada”.