BUENOS AIRES.- El 10 de diciembre de 1983, Raúl Alfonsín (radical) asumía la Presidencia con la promesa que había sido la consigna de campaña: “con la democracia se come, se educa y se cura”. El 30 de octubre de ese año, Alfonsín había ganado con el 51,75% de los votos sobre el justicialista Italo Luder (40,16%).

En las plazas de todo el país la gente se concentraba esperanzada y se unificaba en cánticos coreados especialmente por los jóvenes: “se acabó la dictadura, la pu...”. Era un estallido que liberaba a las masas de broncas, angustias y miedos por los años de sombras y muertes. Se cerraba la etapa de la dictadura cívico-militar más cruenta de la historia argentina.

Fue el triunfo definitivo de la institucionalidad democrática, que a pesar de las sombras y acechanzas inauguró una etapa inédita en la política del país: la continuidad de los gobiernos elegidos por el voto.

La democracia no fue un fruto caído del cielo, sino el resultado de un largo proceso de resistencia al terrorismo de Estado que adquirió variadas formas en lo político, en lo social y en la lucha por los derechos humanos que erosionaron a la dictadura hasta el ocaso definitivo con la derrota por las Malvinas.

Presidentes
Alfonsín: sintetizó la esperanza y el anhelo democrático de las mayorías y cumplió al juzgar a las juntas militares, pero no pudo avanzar con la inclusión social y la desarticulación del modelo neoliberal de la dictadura. Por los alzamientos “carapintadas”, impuso las leyes de Obediencia y Punto Final. No pudo resolver la hiperinflación, la ruptura de la cadena de pagos y los saqueos a supermercados. Por eso adelantó el traspaso del mando.

Carlos Menem: el riojano prometió “salariazo” y la “revolución productiva”. Para ello, profundizó el modelo neoliberal de la dictadura hasta límites impensados. Privatizó las principales empresas públicas; creó las AFJP y equiparó al peso con el dólar: el 1 a 1 (generó la quiebra de miles de empresas de la industria nacional). También indultó a jefes de la dictadura y, en su segundo mandato, agotó la convertibilidad y, en esa crisis, llevó la desocupación al 25% y la pobreza al 50%.

Fernando de la Rúa: apenas duró dos años. Mantuvo el mismo modelo económico y llamó a Cavallo en su auxilio. Impuso el “corralito” a pequeños ahorristas en dólares y rebajó salarios a activos y jubilados. Fue el mentor del “cacerolazo” y el que “se vayan todos”, y abandonó el gobierno en un helicóptero.

Presidentes en 10 días: por la acefalía de poder, asumió el senador Ramón Puerta. Luego, la asamblea eligió a Adolfo Rodríguez Saá, quien declaró el default de la deuda externa. A los tres días renunció por TV desde San Luis, y asumió interinamente Eduardo Camaño, titular de la Cámara Baja.

Eduardo Duhalde: lo eligió la asamblea legislativa. Abandonó la convertibilidad y devaluó el peso; devolvió parte de los ahorros del corralito y pesificó deudas bancarias en dólares. El asesinato de los piqueteros Santillán y Kosteki lo obligó a llamar a elecciones.

Néstor Kirchner: llegó al poder con el 22% de los votos, tras la renuncia de Menem a participar en la segunda vuelta electoral. Al igual que Cristina Fernández, su sucesora, puso énfasis en la reindustrialización, la inclusión social y la lucha por los Derechos Humanos.

Durante el kirchnerismo se derogaron las leyes de Obediencia Debida y Punto Final y los indultos, y se abrieron juicios a los represores de la dictadura militar. Se restituyó al Estado el manejo de los fondos de jubilaciones de las AFJP, y creó la Ley de Medios. Se crearon puestos de trabajo; se aprobó el matrimonio igualitario y el derecho de género y se nacionalizaron YPF y Aerolíneas.

En 2008 la oposición ganó terreno por el paro y movilizaron nacional del campo contra la resolución 125. Sin embargo, aunque el gobierno perdió las legislativas de 2009, recuperó la mayoría en el Congreso en 2011, tras las presidenciales en las que Cristina Fernández fue reelecta con más del 54% de los votos.

Los comicios legislativos del 27 de octubre de este año ratificaron al Frente para la Victoria como primera fuerza nacional, pese a la derrota en varios distritos, y mantiene la mayoría en las dos cámaras del Congreso. (Télam)