Eran cines donde el ruido de las cáscaras de maníes se mezclaban con la banda sonora. Volvemos la vista atrás y nos vemos de niños y hasta de adolescentes, todavía con pantalones cortos, disfrutando de los veranos en ese antro al aire libre de nuestro barrio El mismo que solíamos frecuentar una que otra noche con nuestros primos. En realidad eran espacios abiertos; cuatro paredes, presididas por una gran pantalla.

Accesorios

Las sillas eran de metal (rebautizadas como lata, en esos tiempos). Incluso, algunos de los asistentes se traía alguna de su casa o el almohadón para mitigar la dureza del asiento. Tampoco faltaba alguna manta o un poncho; porque en Tucumán también había proyecciones al aire libre en primavera y parte del otoño.

Por esas pantallas vimos desfilar piratas, indios, vaqueros y todos aquellos héroes de nuestra infancia y juventud, mientras comíamos un sánguche, una presa de pollo y bebíamos gaseosa de una botella tapada con un tapón de cerámica y protegido por una goma a su alrededor. Sólo para evitar que no se escapara el gas del preciado líquido. Todavía no había llegado la bebida cola más famosa a invadir nuestros paladares. El pochoclo era un artículo de consumo externo. Al cine se iba con el "bagayo" -la bolsita o el bolso con comida preparada en la casa-, porque convocaba la familia.

Poético y romántico

Ver cine al aire libre era otra oportunidad de reunión. Era poético y romántico, con las estrellas de toldo y la luna encandilándonos el alma. En ese paisaje, la expectativa de chicos y grandes era plenamente satisfecha por las historias de otras personas, de otros pueblos y otra vida; que se sucedían en imágenes y sonidos; que se proyectaban y emanaban del cuadrado blanco y que atrapaba nuestra atención y nuestras miradas.

Las noches de viernes a domingos eran un precepto para acudir al cine junto con los amigos de la adolescencia. Por lo general nos ubicábamos hacia el final. Así podíamos ver a las jovencitas que, con sus madres, acudían a la sesión. A veces, lo que menos nos importaba era la película. Íbamos al cine para espiar a nuestros primeros amores adolescentes.

Una rareza

"Era extraño que un barrio no contara con un cine sin techo. Mas aún cuando el calor acuciaba y el día se alargaba. Lo que más nos apetecía era (y es) estar al aire libre. Y ese era el momento de aprovechar los cines al aire libre, que habían surgidos anexos a clubes, bibliotecas o centros vecinales de diferentes espacios de la ciudad. Además amalgamaban espacios abiertos con entretenimiento", opinó Guillermo César Rubino, ex atleta y locutor .

CC incorpora el cine

"Mi padre, Vicente Donato Carnero Rubino, fue tesorero del club Central Córdoba y explotó, junto a don Raúl Gámez, desde 1957 y hasta 1966, el cine al aire libre de la entidad de avenida Alem y Bolívar. Don Raúl también era distribuidor de un sello cinematográfico importante. El continuó desde el 66 cuando el viejo se fue a vivir a Buenos Aires", afirmó Rubino.

"Recuerdo que era feriado. El 11 (miércoles) de septiembre de 1957. Ese día unas 400 personas entre invitados, dirigentes, vecinos y, autoridades presenciaron la premiére del cine club Central Córdoba. La función, que incluía dos filmes, comenzó a las 21.30. El western dirigido por Roy Rowland El último baluarte, fue la película central del programa. Ray Milland, Hugh Marlowe y Helena Carter interpretaban los papeles principales. La película ambientada durante la guerra civil americana (1861-1865), duró 85 minutos", evocó Edgardo Cuevas, de 73 años, con meticulosidad.

"Después las funciones comenzaron a programarse a partir de las 21.45. Pero nosotros comenzábamos a preparar todo desde las 18.30. Había que acomodar y limpiar las sillas de metal. Colocarlas a una distancia que no obstruyera la visión a quiénes se sentaba en las filas de adelante y atrás. Además de mi padre y de don Gamez trabajaban Raúl Legname, como encargado, mi hermano Jorge Rubino y yo. El operador (maquinista) no recuerdo su nombre pero todos le decían "Corzuela" ¡Era un genio! Cambiaba los carbones de los dos proyectores sin pararlos", agregó Rubino, de 65 años de edad.

Telón de paño

El también dirigente del atletismo tucumano y ex acomodador de CC, explicó que al principio la pantalla era de tela. "Estaba sujeta a dos parantes de hierro y a un travesaño -como un arco de rugby- con piolas que la tensaban sujetas al suelo. Cuando corría viento dos operarios tensaban las cuerdas para evitar que volara el paño".

El primer filme del día del debut fue El caballero audaz, cuyo titulo original es Gentleman Jim, con Errol Flynn. Un estupendo filme biográfico.

"Intercambiábamos los rollos que venían enlatados con el cine de Sportivo Floresta, en Colón 471 -añadió-. Tenía que enrollarlo y llevarlo en bicicleta o corriendo", remarcó el también periodista de basquetbol y conductor.

Pero en los recintos de los cines al aire libre ya no resuena la trompeta del Séptimo de Caballería acudiendo presto a salvar al protagonista de las acechanzas de los pieles rojas. Tampoco aparece Bogart fumando diciéndole al pianista negro aquello de "tócala otra vez" mientras nos enamorábamos perdidamente de la melena de Lauren Bacall. Tampoco es posible fumar un cigarrillo al terminar la película. Todo ha cambiado, también nosotros.

Con "Sangre y Arena" estrenaron el cinemascope, la mampostería suplió al paño y hubo más sillas

La primera función comercial del cine al aire libre del club Central Córdoba se concretó el viernes 13 de septiembre de 1957. Las entradas costaban $3 los mayores y $1,50 los menores.

El programa incluía dos filmes de acción. Uno de origen estadounidense y otro de producción británica. El primero, "Ciudad en tinieblas", es dirigido por André De Toth y el título original es "Crime Wave" (AKA The City is Dark). La película, de género negro, es protagonizada por Sterling Hayden, Gene Nelson, Phyllis Kirk, Ted de Corsia y Charles Bronson, entre otros actores.

Cuenta la historia de tres criminales que atracan una gasolinera, pero uno de ellos resulta herido y es abandonado a su suerte. Perseguido por la policía, busca refugio en casa de un ex presidiario reformado, que se verá envuelto a su pesar en los planes del grupo.

Exito de público

La otra película es una de aventuras. "Duelo en la selva o en la jungla" (Duel in the Jungle) narra las peripecias de un investigador de seguros estadounidense, que es enviado a Rhodesia para averiguar las causas de la misteriosa muerte de un comerciante de diamantes, que se ahogó mientras buceaba cerca de la costa. Como su seguro de vida era de un millón de dólares, su muerte despertó las sospechas de la aseguradora. La película fue dirigida por George Marshall y la interpretan en los roles más importantes Dana Andrews, Jeanne Crain, David Farrar, Patrick Barr, George Coulouris, Charles Goldner y Wilfrid Hyde-White, entre otros.

En 1960 la sala al aire libre fue ampliada. Se amplió la capacidad de 400 a 900 espectadores y se construyó la pantalla de material para cinemascope. Se reestrenaron las instalaciones con "Sangre y Arena". El filme producido en 1941, cuyo titulo original es Blood and sand, fue dirigido por Rouben Mamoulian y está basado en la novela homónima del escritor español Vicente Blasco Ibáñez. La historia ya había sido llevada al cine en 1922, y volvería a hacerse en 1989. La adaptación de 1941 fue premiada con el Oscar a la mejor fotografía.

Ese mismo año, Cantinflas encarnó a los dos personajes principales de una comedia titulada "Ni sangre ni arena".

Memorias de un acomodador

Los filmes que provocaban llenos totales, el bar de don Urueña y los fieles espectadores

Rubino reconoció que cuando exhibían filmes como "Tonka", con Sal Mineo; "Los Diez Mandamientos", "El Puente sobre el Río Kwai" o de vaqueros con Gary Cooper, John Wayne; dramas o clásicos de la literatura con Clark Gable y las comedias de Luis Sandrini, Lolita Torres, Libertad Lamarque y Hugo del Carril había que programar cuatro días de funciones y no tres como lo hacían habitualmente. También evocó al padre de los hermanos Edmundo, Luis y Rubén Urueña, que solía atender un bar de su propiedad al frente del cine de CC, por la acera norte de Bolívar. "Ahí cenábamos y él siempre daba un buen consejo". Por último evocó a las familias Soria, Castaldo, Ahualli, Urquiza, entre otras, "que eran espectadores leales al Central Córdoba".