1. Porque se mueve hasta la tierra. Las puertas del predio Costanera Sur, en Puerto Madero, se abrieron a las 16 del sábado y hasta las 6 de ayer la música no se detuvo un solo minuto. A partir de las 18 ya comienza a parecer fiesta y el público llega de a chorros durante todo el encuentro. El penetrante sonido en las siete pistas diferentes es excepcional y consigue colarse en las fibras más íntimas del cuerpo. Entre la música y los saltos desaforados del público, la tierra tiembla en un permanente sismo.

2. Porque no es necesario ser Hernán Piquín para divertirse. En Creamfields se baila para uno mismo y el estilo es la completa libertad. Nadie mira al resto por más bochornosos que les puedan resultar sus pasos y más que bailarines, los que asisten parecen barcos psicodélicos a la deriva musical. Es suficiente con tener oídos, porque en Creamfields se baila con los ojos cerrados y anteojos de sol.

3. Porque la pinta es lo de menos. Zapatillas de las más cómodas, alpargatas y ropa extremadamente cómoda es el uniforme de esta guerra contra los sonidos que acribillan los sentidos. Sólo los más experimentados, los que ya han vivido más de una Cream, llegan con botas de goma: salir con barro hasta el cuello es una de las posibilidades si el tiempo no ayuda. En la edición número 13, el cielo fue una amenaza permanente, pero ganó la batalla una media luna que se descubría de a ratos.

4. Porque no hay que hacer cola para entrar a los denigrantes baños químicos. ¡Gracias señor Creamfields! Cuando el sol se apaga, todo el campo verde se transforma en un gigantesco y naturista baño al aire libre para descargar los incontables litros de agua mineral que se consumen. Los hombres festejan su ventaja biológica y las mujeres... sólo en casos extremos y con la ayuda de dos o tres amigas que hacen "carpita" son capaces de reclamar la igualdad de género.

5. Porque están todos en el aire. Hello Kitty, El Hombre Araña, Bob Esponja, Mike Wasausky, vaquitas, chanchitos, perritos y hasta los mignons de "Mi villano favorito" bailan en el cielo con formas de globos inflados con helio. No son cosa de los organizadores, sino del público que los lleva para compartir el evento electrónico más esperado de todo el calendario argentino. La más aplaudida: una muñeca inflable que se suspendía en el aire con tres globos enormes. Ella fue la encargada del filmar buena parte del show con una cámara GoPro adosada.

6. Porque es caro, pero podría ser más caro. En total fueron 72 DJs y bandas que desfilaron por los escenarios, muchos de ellos de corte internacional y una trayectoria indiscutible. Sven Vath, Sasha, Hernán Cattáneo, Maceo Plex, Tale Of Us, Third Party, Franco Cinelli, Zuker, Facu Carri, Underworld, Jay West, Faithless y Nic Franciulli fueron algunos de los artistas que engrosaron un line up abrumador que obligaba a tener que elegir entre uno bueno y otro mejor. La entrada general costó $650 y adentro, la botella de agua costaba $30, la lata chica de cerveza $40 y el vaso de Speed con champagne o licor de melón $35. El combo hamburguesa (pelada) y papas a $50 les devolvió el alma al cuerpo a varios miles de asistentes.

7. Porque hay para todos los gustos. Los estilos musicales que se escuchan dejan contentos a los fanáticos del frenesí, que ponen a prueba los límites del propio cuore y también para los que quieren deglutir el arte musical electrónico con los brazos cruzados (y, siempre, con los ojos cerrados). También cada una de las siete pistas tiene una propuesta visual distinta y atractiva.

8. Porque los novios y las novias pueden estar tranquilos. Creamfields no es la fiesta del levante ni mucho menos del amor. Es la fiesta de la diversión y la locura musical. De que los hay, los hay, pero son los menos los que están pendientes de no volverse solos a casa. Si no fuera por este detalle, podríamos decir sin mayores perturbaciones que Creamfields es el Woodstock electrónico.

9. Porque en las pistas SE BAILA, no se camina. Los que tienen ganar de "dar vueltas" como en los boliches, caminar, correr, hacer flexiones de brazos o cualquier cosa que no sea bailar lo pueden hacer en todo el enorme predio, pero fuera de las pistas. En las pistas se baila.

10. Porque no se puede dejar de bailar. Cada media hora se ven corridas y caminatas apresuradas de manadas que van de una carpa a la otra, en busca del DJ que están esperando. En este tránsito tampoco dejan de bailar: en los espacios al aire libre, ocupados por una mezcla indefinida de sonidos que llegan de todos lados, también es casi un mandato divino seguir bailando.

11. Porque mientras caminás te hacen ¡salud! No importa si son conocidos o desconocidos. Y si lo son, es probable que no se reconozcan. Aún así, siempre habrá alguien dispuesto a hacer un brindis fugaz con un extraño, a modo de saludo que busca la fraternidad. En Creamfields son todos extraños unidos por los mismos objetivos: sentir, bailar.

12. Porque no hay presentadores. El festival y sus DJs se pone en piloto automático y prescinde completamente de los odiosos presentadores capaces de derribar hasta el clima más logrado. Se agradece.

13. Porque no hay señal de celular. Una vez adentro del predio, la cobertura de internet en los teléfonos desaparece como por arte de magia y solo es posible enviar mensajes de texto o hacer llamadas. Chau WhatsApp, chau Facebook y Twitter. Los smartphones se convierten en cámaras de fotos y, conforme avanza la noche, se pierden en las profundidades de los bolsillos.