José Cano encabezó el espacio opositor que hizo la mejor performance electoral de la historia reciente de Tucumán, pero quedó a 100.000 votos del alperovichismo.

Juan Manzur no tuvo el lanzamiento de campaña a gobernador que anhelaba: además del desvergonzado clientelismo dominical, todo el aparato puesto al servicio de la lista que encabezó sólo logró empatar en el reparto de bancas.

El alperovichismo y el amayismo están divorciados, pero no oficializan la ruptura. En Casa de Gobierno endilgan al intendente la derrota en la capital y ponen en duda su peso electoral. En la Municipalidad recalcan que no había candidatos amayistas en las listas; y que el alperovichismo financió un grupo de legisladores y ediles que suplirían al amayismo, con la consigna de que se podía ganar en San Miguel de Tucumán sin el "Colorado".

¿Pueden ir divididos con una oposición que reúne 300.000 votos? ¿Cuando un acuerdo de uno de los dos sectores con el canismo supondría la derrota del otro?

Llegó la hora de la política. De la construcción y los consensos por sobre el clientelismo. Porque las urnas dijeron dos cosas. Primero: para ganar, a ningún sector le alcanza por sí solo. Segundo: los tucumanos ya aprendieron que pueden aceptar la mercadería y no votar por el mercader.