Con una novela que rinde una vez más tributo a la música a través de las alusiones a compositores y por medio de una prosa cadenciosa, Haruki Murakami metaforiza sobre la soledad de la vida urbana. Se trata de "Los años de peregrinación del chico sin color", la gran novedad desde hace varios días en algunas librerías tucumanas.

Siempre hay una obsesión en la narrativa del eterno candidato al Nobel de Literatura que se filtra en las singularidades de sus personajes. En este caso son las estaciones de trenes, afición que el protagonista de la novela adquirió siendo niño y que ahora, a los 36 años, se ha convertido en una forma de subsistencia en todos las acepciones posibles.

Tsukuru Tazaki, tal el nombre de la criatura que asoma en la nueva obra del autor de "Kafka en la orilla", es un ingeniero que diseña estaciones. Y es en esta profesión que Murakami desliza la primera de sus sutiles metáforas: este hombre dedicado a mejorar las condiciones de circulación de los trenes ha dejado escapar muchos trenes en su vida, situaciones que lo han sumido en la soledad que lo atraviesa y lo define en el presente.

"Los años de peregrinación del chico sin color" viene de vender un millón de copias en Japón y confirma una vez más el respaldo comercial que tiene la pluma del autor. Aquí la estrategia narrativa consiste en regresar al pasado -otro tópico bien conocido por Murakami- para reflexionar sobre la manera en que se trasladan al presente sus secuelas.

"La gente recibe daño y cierra su mente, pero cuando pasa el tiempo se abren poco a poco y crecen mientras esto se repite. Esta novela trata del crecimiento", sostuvo Murakami. Y así como supo dedicarle un libro a su fascinación por el running ("De qué hablo cuando hablo de correr") en esta novela el nipón hace extensivo al personaje principal su pasión por la natación, disciplina que empezó a practicar con frecuencia en la vida adulta y que lo llevó a anotarse en circuitos de triatlón.