A Rafael Spregelburd no le gusta que lo etiqueten, pero luego de un intercambio de opiniones admite que se ubica en el denominado "teatro de arte", que es una actividad cuyo objetivo no es sólo comercial y no necesariamente está acomodado a los designios del Estado, aclara. "Mis proyectos no interesan a los gobiernos", afirma contundente durante una entrevista con LA GACETA.

Spregelburd vino a Tucumán para presentar la película "El crítico" en el festival Tucumán Cine 2013. Pero el artista es más conocido como dramaturgo, actor y director; sus obras no pasan inadvertidas y le han valido numerosos premios locales e internacionales. Se han representado en el Reino Unido, en Alemania, en Italia y en Francia, y además han recorrido distintos festivales. En la extensa conversación se entusiasma cuando recuerda su personaje en "El hombre de al lado" y lo que significó trabajar en la famosa casa Curutchet, realizada por el arquitecto Le Corbusier en La Plata.

- ¿Por qué el arte?

- Cuando uno realiza una actividad, irremediablemente se pregunta qué hago y por qué. Diría que las prácticas artísticas son una salida a las contradicciones del mundo. Se puede estar en este lugar con menos culpa por esas contradicciones. El arte es enfrentarse a los presupuestos de tu tiempo, pero es una carpa amable para no ser un marginal. Las prácticas artísticas están valoradas en la sociedad pero no siempre ha sido de esa manera. El arte es un trabajo decente cuando su función es cuestionar y oponerse a la propia decencia e, insisto, a los presupuestos de la época. Pero también hay contradicciones en la profesión, porque cuando más delatás el error en la sociedad, más chance hay de que ese mundo te absorba. Esto se ve mucho en las artes plásticas, porque el objeto se convierte en un valor de cambio, en una mercancía idílica, en un objeto que alcanza el grado de fetiche. Pero el teatro es más popular y accesible; quizás gastés más en el taxi que te lleva a la sala que la propia entrada, por ejemplo.

- ¿Y cómo es tu teatro?

- Me ubico en el teatro de arte y soy ferozmente independiente. Me han ofrecido otros trabajos, pero no me interesan; mis proyectos no interesan a los gobiernos, diría. Y siempre estoy viendo cómo generar más proyectos. Tampoco es lo que llaman off, porque creo que es una categoría peyorativa impuesta por los caprichos del mercado. Ubicarse donde estoy es tener la independencia absoluta para elegir los temas, los actores y los plazos; para mí esto es el on, actuar sin condicionamientos. En realidad, vivo de mi proyección internacional. En cuanto a mis obras podría decir que hay un coqueteo con la filosofía, pero sólo eso. Es un teatro híbrido, mestizo; junto lo alto con lo bajo. Utilizo las herramientas de pensamiento de la filosofía, pero también hasta la Wikipedia. Veo una posición hegeliana cruzada con el spam. Mis obras tienen distintos niveles de lectura: en Alemania me emparentan con lo que hace Almodóvar y con el kitsch…

- ¿Pero cuáles son tus temas?

- Y en el teatro siempre son los mismos, desde los griegos, pasando por Shakespeare y hasta la actualidad. La muerte, el amor y el deseo. Hay anécdotas recurrentes, eso sí, referidas al lenguaje, a cómo hablamos y a cómo nos comunicamos con el mundo. Me interesa la construcción de lenguaje más allá de los argumentos. Es que a veces también busco el dato rápido en Wikipedia y me impresionan el tratamiento y la manipulación del conocimiento.

- Tragedia, comedia...

- No trabajo con la tragedia, es anacrónica, no responde a la filosofía de mi tiempo; no hay un destino trágico del mundo. Van en distintas direcciones y la razón las ordena. Beckett lo dijo hace tiempo "el destino del hombre no es trágico, es ridículo". Y la oposición entre comedia y tragedia también es una oposición anacrónica, son las falsas oposiciones del mundo griego. Creo en lo que se conoce como "catástrofe", que es como burlarme de lo trágico. Si la tragedia es la peregrinación de los causas hacia sus efectos, en la catástrofe se presentan los efectos, son las causas. Diría que se trata de una causalidad más compleja.

- ¿Cuál es tu lugar preferido?

- Soy siempre mi propio director. Pero indudablemente, el lugar de mayor placer es el de la actuación. Me gusta encarnar un personaje, porque me permite construir… La actuación es un eterno aprendizaje para mí. En cuanto a mis obras, no soy un escritor de escritorio. Diseño el plan para producir teatralidad. Generalmente me lleva uno o dos años.

- ¿Teatro o cine?

- Me gusta el cine porque filmar una película es una aventura, y si encima hay aventura en el filme, mucho mejor. En el cine puedo trabajar bajo las órdenes de otro director, cosa que no sucede con el teatro: entro en situaciones que no están en mis obras, fuera de mi neurosis.