No se los estará forzando a limpiar chimeneas o a cazar ratones para ganarse la vida, pero los niños de hoy sufren tantos sinsabores como los protagonistas de los relatos de Charles Dickens. Al menos eso piensa un grupo integrado por académicos, escritores y psicólogos británicos que, hace un par de años, lanzó al mundo una pasmosa advertencia: la vida moderna está asesinando a la infancia. ¿Exagerado? ¿Alarmista? ¿Apocalíptico? Ni tanto ni tan poco. Porque si en el siglo XIX, el trabajo y la productividad primaban sobre las necesidades de los pequeños, en nuestro tiempo -dicen estos pensadores- el consumismo y la competitividad generaron un duro desprecio hacia la infancia. Desprecio que no sólo se expande como un virus, sino que ya ha contagiado a la sociedad argentina de la manera más virulenta. Tanto que los niños criollos están siendo empujados cada vez más fuerte hacia una adultez anticipada. Y esto implica para ellos adentrarse en una vida acelerada y competitiva, en la que un cóctel siniestro de comida chatarra, marketing de la sexualidad, juegos electrónicos descontrolados y vida social virtual a través de Facebook anula la espontaneidad de la primera infancia. De hecho, uno de los que gritó a los cuatro vientos esta dura realidad es el escritor de cuentos infantiles Michael Morpurgo, quien se hizo famoso luego de que Steven Spielberg llevara al cine su conmovedora novela "Caballo de guerra". Dice Morpurgo: "los chicos necesitan lo que todo ser humano en crecimiento requiere: comida fresca y poco procesada, en lugar de comida chatarra; juegos concretos y no entretenimientos sedentarios frente a una pantalla y relaciones con adultos de piel y hueso, no virtuales. También necesitan tiempo para ellos mismos. Sin embargo, las fuerzas del mercado los empujan a actuar y vestir como miniadultos y los exponen, mediante las redes sociales, a contenidos que hasta hace poco se hubieran considerado inaceptables". Duro ¿no? Duro y doloroso. Porque si avanzar hacia una sociedad más desarrollada significa desatender nuestra niñez -que es sinónimo de futuro- entonces nuestra sociedad está condenada al escarnio. Pensemos en esto y empecemos a cambiar las cosas por casa. Porque, como decía Alejandro Dumas, en lo pequeño está lo más grande.