Pasión. Esa es la clave para bailar y para gozar "La consagración de la primavera". Sin pasión, la genial obra de Igor Stravinsky corre el riesgo de diluirse. Pues bien, a la puesta que asumieron los cuerpos estables –los ballets Clásico y Contemporáneo- le sobra corazón, entrega, energía. "Queremos mostrar un trabajo digno", había anticipado Patricia Sabbag, la directora general. Más que digna, esta versión del clásico es intensa y plenamente disfrutable.

La elección de la obra no fue caprichosa. Están cumpliéndose 100 años del estreno de "La consagración…". Desde entonces, coreógrafos de todo el mundo han ideado infinidad de cuadros y reinterpretado la creación de Stravinsky. El primero fue Vaslav Nijinsky. Sabbag tomó la posta con la certeza de que debía conferirle tucumanidad a su propuesta. Eligió la naturaleza para enmarcarla, por medio de imágenes proyectadas en el fondo del escenario. Mucho verde, color que remite a nuestros cerros. Algún lapacho en flor. Se inspiró además en un poema de Eduardo Galeano para contar la historia.

"La consagración…" está dividida en dos partes (El beso de la Tierra y El gran sacrificio), usualmente presentadas con un intervalo. Sabbag unió esa trama, aunque se encargó de aportar un elemento de ruptura: el ingreso de una embarazada, con su portentoso vientre como símbolo del ciclo de la vida y de la fertilidad. Los bailarines aceptaron el reto y se mantienen activos en escena durante 45 minutos. Terminan agotados, pero felices.

Una tarima –la montaña de la que desciende Gastón Gutiérrez, uno de los protagonistas- rompe el plano del escenario. Las luces aportan el clima. Y en acción, una sucesión de solos, dúos, tríos y movimientos grupales que suben y bajan su fervor en función de la intrincada partitura de Stravinsky. Gutiérrez brilla, aunque Marta Diez se roba las ovaciones. Imponente en su desnudez, la elegida para el sacrificio (la "excluida", al decir de Sabbag) desata un dramático frenesí en el clásico desenlace.

El San Martín (al 85% de su capacidad) aplaudió largamente a las compañías. Hubo flores y algunos vítores. Dos inquietudes quedan. Una: ¿cuándo se reprograma "La consagración…"? Porque un esfuerzo de dos meses para una sola función es excesivo. Dos: queda para el futuro el valor de montar esta clase de obras con la orquesta en el foso. Un valor agregado excepcional.