"Me había prometido a mí misma que si quedaba viuda iba a volver a la escuela para terminar la primaria". Doña Gringa Gómez no se anda con vueltas. A poco de cumplir los 70, renovó la apuesta: no sólo egresó de la primaria el año pasado - ¡y como abanderada! sino que también empezó la secundaria ("ya que estamos..."). Además tiene otro mérito: tiene asistencia perfecta. Va caminando a la escuela aún en los días de lluvia (ocho cuadras separan su casa en Alderetes de la escuela Fray Manuel Pérez).

"Ni cuando estoy enferma me hacen quedar en la cama. A mí nadie me hace faltar a la escuela", reconoce Victoria del Carmen Gómez, madre de seis hijos y de otros cuatro de su esposo, que crió como propios. "Todos han estudiado. Tengo una hija que es maestra, otro es chef, un policía... Yo he ido hasta el cuarto grado nomás, porque la escuela de El Talar, donde yo iba, tenía hasta ahí. Pero con lo poco que sabía les hacía hacer los deberes a mis hijos", se enorgullece.

Doña Gringa está pulcramente vestida. Una camisa blanca y un pantalón negro. El pelo corto, sin teñir. Todo en ella es prolijo hasta su propio cuaderno, a pesar de la artrosis que le deforman los dedos.

"Éramos 12 hermanos. Yo salía de la escuela a las 11 y de ahí me iba con el menor de ocho años al cerco a pelar caña. Cuando terminaba la zafra nos íbamos a la cosecha de la fruta. A los 15 años me mandaron a cuidar a mi abuela y ahí las monjitas me querían hacer quedar para que siga estudiando, pero mi papá no me quiso firmar la autorización", recuerda con los ojos llenos de vida. "A los 19 me casé y me fui a vivir en una tierra que nos dio el ingenio Concepción, ahí sembrábamos calabaza, choclo, tomate, pimientos, lechuga... Nunca se me ocurrió que podía llegar a terminar la escuela", dice triunfante.

Doña Gringa no está sola. Invitó a varios compañeros para la nota de LA GACETA, pero como la mayoría trabaja por la mañana, sólo concurrió Azucena del Carmen Ruiz. Ella tiene 47 años, cuatro hijos y un nieto que trajo a la entrevista. Con su brazo endurecido por una férula a causa de una operación se las ingenia para seguir escribiendo. "Estoy aquí, en la escuela, gracias a doña Gringuita", confiesa. "El año pasado, cuando vine al acto de colación de mi hijo, que tiene 27 años y terminó la primaria, la vi a ella con la bandera ¿Cómo no voy a poder estudiar yo?, me dije. Doña Gringuita siempre pasaba y me decía '¿cuándo vas a venir conmigo a la escuela? y cuando lo veía a mi marido le bromeaba ¿cuándo la vas a dejar venir a tu mujer a la escuela? Bueno, me animé y no me arrepiento", dice con su nieto Santino a cuestas. Ella lo cuida mientras su hija trabaja en un comercio.

Abuela y carpintera
En 8° y 9° año, doña Gringa y Azucena aprendieron en tecnología mucho más de lo que esperaban recibir de la escuela. Hacen bandejas y cajitas de madera decoradas con la técnica decoupage, marcos de espejos y otras artesanías que luego servirán para realizar una muestra y después se venderán. Pero Gringa sorprendió a todos con un banqueta hecha con sus propias manos, con base de botellas de plástico y tapizada en cuerina. "Es un mueble más para la casa; soporta cualquier peso", asegura dando unas palmaditas en el asiento.

De tanto insistirles, Doña Gringa trajo a muchos de sus vecinos de vuelta a la escuela. Su curso tiene 45 alumnos de 18 años en adelante. "Los más grandes siempre somos los más aplicados y responsables. ¡Pero los más indisciplinados ya me conocen: cuando molestan, ahí nomás les tiro de la oreja o los hago sonar con la regla en la cabeza!", bromea.


Los que se dieron otra oportunidad

22.000

alumnos tiene el sistema sin contar con las del programa "Ellas hacen".

14.000

mujeres con hijos discapacitados, víctimas de violencia de género o con tres o más hijos del programa "Ellas hacen" tienen como contraprestación la educación.  

7.000

mujeres del programa "Ellas hacen" no tenían la escuela secundaria terminada y 2.591 no habían completado la primaria.

275

mujeres del programa "Ellas hacen" eran analfabetas y otras 1.300 realizarán formación profesional.

300

son los centros de alfabetización que realizan actividades en la provincia.

1.500 

alumnos aprenden a leer y escribir durante siete meses y luego se incorporan al sistema educativo de Adultos.