Las palabras se vuelven mezquinas, hasta injustas para describir las bellezas del trayecto que va desde la Quebrada de Lules hasta Potrero de Las Tablas. Por eso, para que el relato no quede en una especie de ficción, hay que colocarse la mochila, ponerse el mejor abrigo y calzarse las zapatillas para emprender la caminata tremendamente entretenida. 


A cuatro kilómetros del centro de Lules está el balneario. Su playón final es el punto de salida para los aventureros. Unos metros más adelante, la vegetación empieza a atrapar al camino y lo convierte en una senda cada vez más angosta. La naturaleza, en su estado más puro, envuelve al caminante.

El terreno transforma el paseo en un trekking de mediana dificultad cuando aparece el primer obstáculo: el río Lules se interpone en el trayecto. Se lo cruza una sola vez, pero su presencia es constante. Es como Dios: no se lo ve, pero dicen que siempre está. Con el río pasa lo mismo. Una vez que los ojos lo pierden, el sonido del agua recuerda su presencia. De ahí en más, la naturaleza se despliega. La Madre Tierra se viste sólo de verde y, en conjunto con los árboles, empieza a quitarle protagonismo -no del todo, obviamente- a la luz del día.

Un poco más adelante, las ruinas marcan una parada obligada. La travesía se detiene, pero el viaje sigue en la mente, en el tiempo. Es que esas dos paredes que aún quedan en pie alguna vez formaron parte de la sede administrativa de la vieja Usina de Lules. Una placa de acero con letras cubiertas por herrumbre negro recuerda a la vieja "Agua y Energía".

Cada vez es menor la distancia para entrar a las entrañas de la montaña por el túnel de cemento. Por esa estructura hoy abandonada corría el agua que se utilizaba para generar energía. Al conducto se ingresa tras descender una angosta escalera. Adentro reinan la oscuridad y la humedad: el agua llega a los tobillos. Y justamente por eso, este trayecto de cuatro kilómetros dispara toda la adrenalina posible.

Pero las sorpresas no terminan en las profundidades de la tierra. Al final del conducto no sólo aparece la luz, sino las ruinas de un viejo dique. En el último tramo del trayecto hasta Potrero de las Tablas, la intensidad verde de las yungas vuelve a ser la protagonista.

Playón de la quebrada-entrada del túnel 

Los primeros cuatro kilómetros se sienten porque el ascenso es más marcado. Desde el comienzo hasta el final, la altura sobre el nivel del mar oscila entre los 800 y 1.200 metros. En todo el recorrido hay un solo cruce de río. Teniendo en cuenta la época del año, el agua está a baja temperatura y llega hasta la rodilla. Una buena técnica para pasar es de a dos. En caso de no llevar una soga, la opción es agarrarse de las mochilas o atarse con una prenda. El paso hay que hacerlo sin calzado o bien con él, pero llevando otro de repuesto. Hay que apoyar firmemente el pie y evitar las piedras con algas. Para caminar en la senda, sobre todo en las bajadas, es importante abrir las piernas para tener buen apoyo, hacer fuerza con las rodillas y tirar el cuerpo hacia atrás. 

El recorrido por el túnel 

El terreno y el entorno cambian. El conducto de hormigón está oscuro, con agua que llega abajo del tobillo, y barro. Para descender hay una escalera que se apoya en uno de los muros, de una altura de más de dos metros, con escalones de hierros muy finitos. Hay que bajar siempre de frente hacia la pared y es recomendable que el más habilidoso del grupo sea quien traslade las mochilas en varias bajadas. En los cuatro kilómetros hay una salida de luz que puede ser un buen punto de descanso. Para caminar es bueno llevar un palo, a modo de bastón, para controlar si hay pozos. Hay que ir atentos porque el barro es muy resbaloso y conviene evitar las caídas. Salir del túnel es más complicado: se sale por un cuadrado que tiene menos de un metro cuadrado. 


Desde el tunel hasta potrero de las tablas 

La luz del día vuelve. Siempre teniendo en cuenta que en este punto del trayecto quedan un poco más de 4,5 kilómetros y que el sol se oculta antes de las 18, el entorno merece ser explorado. La salida será por arriba de las ruinas del dique, el punto ideal para sacar una buena fotografía panorámica. Hay un detalle curioso: con los elementos de hierro que quedaron de la vieja usina los visitantes hicieron parrillas. Las cenizas de carbón y leña dejan en claro que también es un buen lugar para acampar y, por qué no, para pescar. El último tramo es muy interesante porque la irregularidad de la senda sube y baja en varios tramos. El río, hacia el costado izquierdo del trayecto, por momentos se ve cerca y por otros a una vertiginosa altura.

PARA TENER EN CUENTA
Transportes

La recomendación es llegar y regresar en auto. Si el traslado se hará en micros interurbanos, debe realizarse una meticulosa consulta previa en la terminal de ómnibus.

Un contacto policial
Es recomendable pasar por la comisaría de Lules, en Juan Luis Nougués y San Martín, en la esquina de la plaza principal y anunciar el recorrido. Los teléfonos son: 0381-4811111 y 0381-154426102. En la Municipalidad también se pueden hacer consultas, llamando al 0381-4811213 y en Almirante Brown 161.

Señal de celular
Hasta el ingreso al túnel los teléfonos andan sin inconvenientes. En la construcción de concreto y al salir de ella, incluso en el final de la aventura, no hay señal. Por ello, es fundamental coordinar con precisión el momento del encuentro con quien nos llevará otra vez al hogar.

Comida y agua
Serán casi cinco horas de caminata así que un par de sánguches envasados al vacío son una buena opción, o bien llevar el fiambre y el pan para hacer un picnic donde sea conveniente. Es bueno salir con un litro de agua, necesaria durante todo el recorrido. En el punto del cruce del río puede volver a llenarse la botella y una vez más al llegar a las ruinas del dique, también.

El cruce hacia potrero de las tablas
Al final del recorrido hay un puente colgante que permite cruzar el río Las Tablas. La pasarela no está en buenas condiciones, ya que tiene chapas y hasta algunos huecos. Si bien algunos se animan a desafiarla, otros optan por cruzar por el agua. En ese punto, el caudal no es fuerte y el agua llega hasta las rodillas. Si se toma la opción del puente, hay que tener en cuenta que debe ser cruzado de a uno y con mucha precaución.


CLAVES PARA DISFRUTAR DEL PASEO

Calzado 
Lo ideal es llevar dos pares. En lo posible, tratá de un par de zapatillas específicas para carreras de aventuras y un par de botas de goma. El primer calzado servirá para afrontar las sendas y sus accidentes geográficos con piedras lajas, raíces y plantas. El segundo servirá para dos momentos: cruzar el río y el túnel. Preferentemente, la suela de ambos calzados debe ser con dientes para que, tanto por el túnel como en la senda, el pie tenga un buen agarre al suelo. 

Linternas 
Son fundamentales para caminar por el túnel porque la oscuridad es absoluta. Lo ideal es que cada integrante del grupo lleve la suya, pero si no, caminando a poca distancia uno del otro, también se puede avanzar sin inconvenientes. 

Ropa 
Para determinar la indumentaria es bueno chequear el pronóstico del clima. Si bien hay que ir abrigado, debe ser lo justo y necesario para poder moverse con libertad. En lo posible, llevar una muda de ropa: pantalón, remera mangas largas térmica y medias. Además, una campera impermeable es necesaria. 

Mochila 
No debe ir muy cargada así se puede disfrutar cómodamente el paseo. Debe incluir un botiquín de primeros auxilios que contenga un silbato que, en caso de ser un grupo grande, sirve para comunicarse o bien, en caso de perderse, es importante usarlo intermitentemente para poder ser ubicados. La mochila debe cruzar la espalda, si es con un sujetador que pase por el pecho mejor. 

Cuerdas 
Serán muy útiles; no es necesario que sean muy largas (no más de dos metros), ni gruesas. Servirán para el cruce del río y para bajar las mochilas en la entrada del túnel y subirlas a la salida. 


SERVICIOS
Dónde queda 

El camino está enclavado en la Quebrada de Lules, hacia el oeste del centro luleño y rodeado por las sierras de San Javier y Yerba Huasi. 

Cómo llegar 
Se puede por la ruta 301, que nace en la avenida Kirchner. También se puede ir por la autopista de Circunvalación, pero hay que desviarse en la 321. Está a casi 20 kilómetros de Tucumán.