Difícilmente haya un tucumano del último medio siglo que no lo conozca. Es desde entonces uno de los grandes atractivos del parque 9 de Julio, especialmente los domingos, cuando se constituye en un lugar de encuentro de las familias. El lago San Miguel, donde se puede pescar y andar en bote o tomar mate bajo los árboles que lo rodean, suele ser blanco del maltrato ciudadano. Papeles, botellas, cartones, envoltorios, bolsas, restos de comida quedan de recuerdo en sus aguas luego de una jornada de esparcimiento. En febrero pasado, la Municipalidad decidió cerrarlo al público para desagotarlo. Se estima que su reapertura puede producirse el 9 de julio.

En estos cuatro meses, se taparon las fisuras, se extrajeron las algas y se lo dragó. Según el subsecretario municipal de Obras Públicas, había sectores en los que la profundidad -de un metro- se había reducido a centímetros, como consecuencia de la acumulación de sedimentos. Ahora, la profundidad será de 1.50 metro en la zona más honda y se levantaron muros laterales de hormigón en varios sectores y, alrededor de la isla, y se compactó el fondo. "Recubrimos los sistemas de seguridad de desagote y rebalse, que estaban tapados por el enlamado. De hecho, a lo largo del todo el proceso se retiraron unos 14.000 metros cúbicos de barro y algas, es decir unas 1.500 camionadas de desechos", dijo el funcionario.

El espejo de agua comenzó a excavarse en 1960 y se inauguró el 26 de febrero de 1961, época en que Celestino Gelsi gobernaba la provincia. Sin embargo, sufrió desde entonces la desconsideración de los ciudadanos. A fines de la década de 1980, se decidió vaciarlo para dragarlo porque presentaba ya en ese entonces problemas de filtraciones. Luego de ocho años, el 11 de agosto de 1997 se dispuso su llenado.

En 1998, se instaló una bomba hidráulica para que renovara el agua. Por ese entonces, dos concejales radicales presentaron un proyecto para que se restaurara la confitería y se construyera un acuario; se proponía un llamado a licitación para la recuperación del lugar, a cambio de la concesión y explotación. La iniciativa no prosperó; al poco tiempo, el estanque se fue quedando sin mantenimiento.

En julio de 2007, el concesionario del lago se llevó la bomba de agua que él había repuesto -porque la que existente se había roto-, los botes, la lancha colectiva y las bicicletas acuáticas. En agosto de ese año, el abandono de la confitería y la falta de atracciones eran motivos de quejas. En enero de 2008, la Municipalidad tuvo la desdichada idea de demoler la emblemática confitería para parquizar la zona, so pretexto de que no había ningún interesado en su explotación, cuando el inmueble pudo haber sido reciclado, por ejemplo, para actividades culturales.

Bienvenida sea esta nueva reparación del popular espejo de agua. Para evitar que los sedimentos lo colmataran rápidamente, sería tal vez necesario que se lo higienizara con frecuencia. Sería tal vez conveniente que hubiese patrullas ecológicas de voluntarios que recorrieran en forma constante el lago y el parque para concientizar a los ciudadanos acerca de la importancia de mantener limpio el paseo, especialmente los fines de semana, cuando este recibe la mayor cantidad de público.

Solamente con educación pueden modificarse las malas costumbres, tan arraigadas en nuestra idiosincrasia. Si se lograra mantener limpio el lago San Miguel se lograría un paso invalorable.