Cecilia Martin

Tiene 20 años, estudia Ciencias Económicas y es maestra de danzas clásicas. Su vida transcurre mayoritariamente entre la facultad, el gimnasio y los ensayos con La Botana. "Entrar al grupo tuvo un gran impacto en mí. Por sintetizarlo de alguna manera, cambié el arito de perlas por un arito de strass. También me ayudó a perder la timidez, aunque nunca fui muy vergonzosa. Eso sí, ya no me molesta ser distinta de mis otras amigas", reconoce. Cecilia se unió a la compañía gracias a la invitación de unos amigos que asistían a la escuela Botana. "Tengo que admitir que en un primer momento no estaba al tanto de lo que hacían, pero cuando las vi me gustó muchísimo, me enamoré de ese estilo. Ahora siento que tengo dos familias".

Vero Ledezma

Tiene 28 años y es profesora de Educación Física, aunque todavía no ejerce. Mientras tanto, enseña baile en la escuela de La Botana. Cuenta que lo que la atrajo del grupo, más que la sensualidad, es la posibilidad de la danza. Con el tiempo aprendió a manejar todo lo demás que la compañía le trajo aparejado. "Al principio es raro que te miren por la calle, pero después ya se hace natural. Muchas veces nos sucede que no podemos pintarnos y cambiarnos en el lugar en el que actuamos, así que ya llegamos producidas y hay un alboroto. Yo disfruto de arreglarme y crear un personaje porque, en general, siempre estoy vestida con conjuntos deportivos, sin maquillajes ni grandes peinados".

Eugenia Insaurralde

Tiene 20 años y estudia veterinaria. "Me despierto muy temprano y me junto a estudiar con mis amigas. Paso mucho tiempo en la facu, pero siempre dispongo un momento del día para ir a correr o al gimnasio. Eso me despeja. No estoy de novia, pero sí me junto mucho con amigos. Ellos me importan mucho y quiero conservarlos", declara. Sobre el grupo dice: "estoy hace casi dos años. Me llamó la atención el estilo -sobre todo en Tucumán-, el glamour, la técnica, las plumas. Quise estar ahí y ser una de ellas, poder expresarme a través del baile. En mi familia somos todos bailarines, a excepción de mi papá; hago danzas clásicas desde los seis. Así que llevo una vida activa, de entrenamiento, comida sana... Eso me gusta".

Lucía Marino 

Tiene 26 años y enseña Educación Física en dos colegios. También es coordinadora en la escuela de baile de La Botana. Entró al grupo hace cuatro años y cuenta que lo que más le divierte de los shows es jugar a ser quien no es. "Me cuesta la exposición, es algo que aprendí a manejar en estos últimos años. No tengo vergüenza de ser una persona conocida, pero sí cierto pudor", explica. ¿Hay muchos prejuicios en la sociedad? "Hay mujeres que nos quieren y otras que no. Hay chicas a las que les gustaría ponerse un conchero y otras que se preocupan más por taparle los ojos al marido para que no nos vean. A veces, cuando la gente me dice que me vio en cierto espectáculo, les digo que en realidad es mi hermana melliza" (risas).

"Macu" Digilio

Tiene 27 años y es odontóloga. Además de trabajar en un consultorio, presta servicios en el Centro Odontológico de la UNT y es cajera en un local céntrico. Tiene una hija de nueve años, que imita y festeja su costado artístico. "La gente que me conoce en el ámbito del consultorio no sabe que también bailo. Incluso si me ven en fotos no se lo imaginan porque es mucho el contraste: de día estoy de ambo y con cero producción; y a la noche con plumas. Eso me divierte", confiesa. Pertenecer al grupo ha sido para Digilio tomar conciencia de que debe cuidar más su cuerpo y su salud. "Antes no me importaba salir y comer un plato de papas, por ejemplo. Ahora lo pienso. Si estoy tan expuesta, me tengo que esforzar más".

Magalí Toledo

Tiene 32 años y es ingeniera en informática y máster en administración de empresas. De lunes a sábados trabaja en una empresa de venta de repuestos, que pertenece a su familia. "Siempre me gusta estar arreglada; La Botana me dio herramientas para conocer y potenciar mi feminidad. En el negocio uso uniforme, pero para salir me gusta llamar la atención y crear un personaje", reconoce. La bailarina contó que, a lo largo de los años que lleva en el grupo, ha visto a colegas abandonar su hobby porque sus parejas no podían soportarlo. "Yo nunca permití que me prohibieran eso. Si dejara el baile, estaría anulando gran parte de mi vida que me hace feliz".