A los cuarenta días de resucitar, Jesús sube al Cielo ante numerosos testigos. Es una verdad de fe que subió en cuerpo y alma por su propio poder, y que está sentado a la derecha del Padre. Para los Apóstoles fue motivo de 'gran gozo' (Lc 24, 52), aunque echaran de menos en su corazón, a partir de ese momento, la amada presencia física del Maestro. Día de gran gozo, porque en ese instante se completaba el triunfo de Jesús.

Intercede por nosotros

"Está sentado a la derecha de Dios Padre Todopoderoso" (Credo); ése es el puesto de honor que ocupa sobre todas las criaturas. Desde el Cielo sigue siendo nuestro", nos dicen los santos, y nos guía hacia la meta de nuestra vida; 'voy a prepararos un lugar' (Jn 14, 2). Allí intercede por nosotros (cfr. Heb 7, 25). Es nuestro Abogado ante el Padre (cfr. 1 Jn 2, 1), en el cielo, pero también en la Eucaristía, porque si bien ascendió a los cielos, se quedó en la Hostia consagrada, para "estar con nosotros hasta el fin de los días". Por eso, como cristianos, no podemos dejar de acudir constantemente a Él, porque se fue al cielo, pero al mismo tiempo se quedó con nosotros en el misterio de la Eucaristía.

Nuestra tarea, como cristianos, no es sólo la contemplación y adoración, sino también la acción, que se basa en esta contemplación y adoración.

Por esto mismo, debemos considerar la gran tarea que el Señor ha querido poner sobre nuestros hombros: 'Se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos. Es el mandato último antes de subir a los Cielos: 'id al mundo entero y proclamad el Evangelio' (Mc 16, 15). Como cristianos, no solo no estamos exentos de la Evangelización, sino que somos los primeros evangelizadores de nuestras familias, de nuestros ambientes de trabajo, del mundo entero. Contemplamos, en el misterio eucarístico, al Señor resucitado, que nos dice desde la Eucaristía: "¡Id y evangelizad, anunciad a todo el mundo la Buena Noticia del Amor de Dios manifestado en Cristo!".

Reflexionemos

El cristiano está llamado a dar, con ejemplo de vida, más que con sermones, testimonio de la Sabiduría de Dios, Cristo Jesús, muerto y resucitado, ascendido a los cielos y Presente en Persona, glorioso, en la Eucaristía.