- ¿Cómo surgió La ridícula idea de no volver a verte, tu último libro?

- El libro habla de la vida y, claro, también de la muerte, algo ineludible para hablar de la vida. Cuando mi editora me pidió que leyera el diario de Marie Curie para escribir un prólogo, se dispararon toda una serie de reflexiones que estaban presentes dentro de mí, pero que recién se plasmaron cuando me puse a escribir el libro. La relación con el deseo, el procesamiento de la pérdida, qué hacer con el envejecimiento, cómo lidiar con los mandatos paternos, qué hacer con el tiempo, cómo vivir el presente sin hipotecar nuestra vida con planes irrealizables o con metas lejanas, cómo aprender a vivir mejor. Vivimos esperando que lo bueno llegue mañana pero la vida es esto que pasa ahora, esta entrevista aquí en Buenos Aires. Hay que aprender a vivir los momentos con plenitud.

- Un científico de la época decía que el gran descubrimiento de Madame Curie fue el radio y que el gran hallazgo de Pierre Curie fue encontrar a su mujer.

- Sí, pero incluso Madame Curie pudo perder su rumbo también al lado de Pierre porque, aunque era muy abierto para la época, Marie debía encargarse de las tareas de la casa, de la crianza de sus hijas, además de su labor científica. Solamente una voluntad de hierro y una enorme capacidad de sacrificio hicieron posible que Madame Curie alcanzara sus objetivos. Mientras avanzaba con el libro, descubrí que detrás de su biografía había una vida y una lucha tan poco conocidas como extraordinarias. Me pareció que era una historia que servía para reflejar los obstáculos que enfrentan las mujeres y también para plasmar los grandes dilemas de toda vida. Uno de los grandes problemas de la mujer es que siempre ha vivido en los deseos de los otros y nunca en el propio. ¿Cuántas mujeres perdieron sus destinos por no seguir sus deseos?

- ¿Por qué Madame Curie nunca pudo aceptar los daños que generaba el radio en su marido y en ella?

- Marie trabajó junto a su marido en la investigación pero la idea luminosa de medir la radiactividad, de concebirla como una cualidad del átomo, fue suya. Ninguno de los dos pudo aceptar los perjuicios del radio. Les resultaba imposible pensar que ese descubrimiento que deslumbraba a la humanidad, que parecía una panacea, el fuego de los dioses traído por dos Prometeos para salvar al mundo, podía dañar. Si Pierre no hubiese muerto atropellado por un carro, habría muerto por los efectos del radio, que ya estaba destrozando su cuerpo. Marie solamente llegó a admitir "inconvenientes" en la manipulación del radio. No pudo aceptar los males que acarreaba, como una madre que no puede ver los defectos de un hijo.

- Su relación con sus hijas fue dura.

- No era una santa. A su hija mayor, Irene, la entregó a la ciencia y la hija aceptó el sacrificio. Ganó un Nobel y murió por los efectos de la radiactividad. Eva, su otra hija, se salvó porque enfrentó a su madre.

La libertad

- En tu libro Instrucciones para salvar al mundo, uno de los protagonistas debe lidiar con la muerte de su esposa víctima del cáncer. ¿Escribirlo te ayudó a procesar lo que tuviste que enfrentar luego? (Un mes después de publicada la novela, a su pareja le diagnosticaron un cáncer del que murió meses después) 

- No lo sé, es muy difícil de contestar. La coincidencia me dejó helada. Cuando me tocó vivir una situación tan parecida a la que había descripto en el libro, me di cuenta de que algunas cosas las había previsto y otras no. Pero no sé si escribirlo me ayudó a sobrellevar la situación. Pero sí puedo decir que la lectura y la escritura, el arte en general, buscan rescatar a la vida del horror y del sinsentido. El arte es la manera más pura que ha encontrado el ser humano para soportar la vida.

- Desde que escribiste Historia de mujeres, hace más de dos décadas, la situación de la mujer ha cambiado mucho. ¿Cuántos resabios quedan del machismo que relegó históricamente a la mujer?

- La situación cambió mucho en Occidente. A principios del siglo XX las mujeres no podían ir a la universidad, no votaban. Pero hoy seguimos viviendo en una sociedad llena de sexismo y las mujeres también participamos de esos códigos. Esto ocurre en todos los planos. En el hogar, en la relación con los hijos, en el trabajo, en la política. La violencia de género sigue siendo un flagelo muy extendido y suele ser consecuencia de las frustraciones laborales del hombre. Cuando intentas avanzar en ciertos terrenos, aparecen las señales que indican que eres una intrusa. Lo que le pasó a Madame Curie constantemente en su vida sigue ocurriendo, aunque en otra medida. Cuando empecé a trabajar como periodista, poco después del final del franquismo, fui acentuando mi costado racional. Tenía que hacerlo para obtener cierto respeto dentro de un mundo regido y diseñado por hombres. Recién a mis 39 años pude liberarme, parcialmente, de esa mirada de los otros para poder abrirme al plano de la imaginación a través de la literatura. Recién ahora intento dejar mis viejas aspiraciones de grandeza literaria para conseguir la libertad para escribir y decir lo que quiero.

- ¿Tu último libro es el que te hizo sentir más libre?

- Sí, es el libro en que me sentí más libre. Creo que el camino de la madurez literaria pasa por la libertad. Muchas veces nos cuesta identificar los barrotes de nuestras jaulas. Todos los años en que no lograba plasmar lo fantástico en mis libros, no fui consciente de esa limitación. Debemos librarnos de la mirada exterior, de las expectativas absurdas, del brillo del mercado. Y dejarse fluir y atravesar por las historias que tienes que contar. Necesitas una libertad absoluta para escribir, para bailar y para hacer bien el amor. 

Dictadoras

- ¿De qué se trata Dictadoras, el programa que conduces y que transmitirá la señal de cable Todo Noticias (TN) en la Argentina a partir del 18 de mayo?

- La idea fue de Eliseo Alvarez, el productor, y consiste en enfocar las relaciones de cuatro dictadores (Hitler, Stalin, Mussolini y Franco) con sus mujeres. Ese enfoque revela, en buena medida, cómo los dictadores se relacionan con la sociedad. Muestra cómo la vida doméstica es un espejo de la escena política. Eliseo y yo nos sumergimos en las biografías de los personajes y a partir de allí fuimos pensando en los escenarios y en posibles entrevistados. Así nos conectamos con historiadores, biógrafos e incluso descendientes directos de los dictadores.

- ¿Cómo sobrellevan descendientes directos de los dictadores la carga de sus apellidos o de la figura de sus ascendientes?

- El más fascinante es el nieto de Stalin, que es director de teatro en Moscú, hijo de Vasili Stalin. Nos contó cómo su padre vivía aterrorizado por su abuelo. Y no era para menos; Stalin asesinó a muchos de sus parientes. En el nieto hay una contradicción interesante. Por un lado, afirma que su vida profesional fue gravemente afectada por la marca de su abuelo y, por otro, hay en él una admiración solapada por el personaje. Un caso muy distinto es el del nieto de Franco, quien reivindica fuertemente a su abuelo.

- ¿Qué características comunes tienen los dictadores que estudiaste en la relación con las mujeres?

- El de Franco es un caso especial. Los de Hitler, Stalin y Mussolini tienen muchas similitudes. Los tres eran pedófilos. Stalin tuvo hijos con una niña de 13 años. Hitler tenía relaciones con una chica de 15. Mussolini era un violador: decía que las mujeres y las masas estaban hechas para ser violadas. Un rasgo común en sus mujeres es que todas quisieron suicidarse: algunas lo hicieron. Por ejemplo Geli, la sobrina y amante de Hitler, se suicidó a los 23 años. Nadia, la mujer de Stalin, también se suicidó. Al igual que Eva Brown. Clareta Petacci, la amante de Mussolini, intentó suicidarse dos veces. Otro punto común es que todas son una suerte de fans rockeras, idolatran a sus hombres, viven vidas vicarias.

- ¿Por qué se diferencia el caso de Franco? 

- Carmen, su mujer, es una figura decisiva en la construcción del dictador. Franco era un hombre que había sido maltratado por su padre, acomplejado, feo, con una voz aflautada que era motivo de burla para sus camaradas. La mujer que tenía detrás, diciéndole "tú puedes, tú debes", explica al personaje. Creo que sin su presencia -empujándolo, alimentando su ambición- no hubiese existido el Franco, dictador.

© LA GACETA

PERFIL

Rosa Montero nació en Madrid, en 1951. Estudió Periodismo y Psicología. Trabajó en el diario El País, donde dirigió El País Semanal. Es autora de 13 novelas y de 14 libros periodísticos y de relatos. La hija del caníbal fue el libro más vendido en España durante todo 1997. Su obra fue traducida a más de 20 idiomas. Entre otras distinciones, ganó el Premio El Mundo, el Nacional de Periodismo, el Grinzane Cavour y el Primavera.