CECILIA CAMINOS

AGENCIA DPA

BUENOS AIRES.- La situación en Chipre genera un "déja vu" entre los argentinos, al recordar el "corralito" bancario que vivieron hace más de una década. Otros factores de la situación chipriota difieren del contexto que se registraba a fines de 2001 y en 2002 en Argentina, que quedó sola y aislada del resto del mundo, sin una Unión Europea (UE) que ofreciera un rescate. Con una deuda externa que ahogaba las arcas del Tesoro, un déficit fiscal creciente, un tipo de cambio fijo al dólar que había quedado obsoleto, Buenos Aires firmó primero en 2000 un acuerdo de salvataje por U$S 40.000 millones con el FMI. Seis meses se apeló a un "megacanje" por U$S 29.500 millones para aliviar la presión de la deuda.

Pero estas medidas sólo lograron mitigar apenas el fuego que incendiaba Argentina y el temor a que se agravara la estampida bancaria. El primer día hábil de diciembre de 2001, los argentinos despertaron sin poder acceder a sus fondos depositados a largo plazo en los bancos y pudiendo extraer apenas una mínima cantidad de efectivo de sus cuentas bancarias por semana.

La tensión social creció, la gente comenzó a salir a la calle en los "cacerolazos" cada vez más masivos y en medio de violentas protestas, el entonces presidente Fernando de la Rúa, de la Alianza UCR-Frepaso, renunció el 21 de diciembre, cuando le restaba por cumplir aún la mitad de su mandato.

Su dimisión no resolvió la crisis financiera. Al ser electo presidente, Eduardo Duhalde, amplió en tanto el "corralito" en un "corralón", con una devaluación del peso y una pesificación asimétrica de depósitos y créditos bancarios.

Las protestas contra los bancos, se sucedieron con cacerolazos y marchas que obligaron a muchas entidades a bloquear sus sedes para evitar daños. Pero Argentina no pertenecía a ninguna alianza monetaria como la eurozona y devaluó el peso sin afectar demasiado a los países de la región, ya que Brasil -principal socio comercial- ya había depreciado antes el real.