Antonio Isaac Guerrero (1947, Concepción) ya no es gordo, pero sigue siendo cabezón. De los dos atributos físicos que le valieron apodos sólo queda aquel que creció con la delgadez. Una camisola con tela de aguayo, pantalón rústico de rayas y sandalias visten al señor de 65 años este viernes de verano. El atuendo combina con el Guerrero que dice que en la cárcel perfeccionó su afición por la arqueología y la antropología, y que él mismo recolectó las vasijas precolombinas que, junto al retrato de Eva y Juan Domingo Perón, adornan la sala de su casa de la calle Gorritti. Porque en su calidad de político peronista, Guerrero pasó la dictadura tras las rejas y a disposición del Poder Ejecutivo Nacional.

Guerrero estuvo en todas. En el Frente Tucumano de Estudiantes Nacionales junto al ex senador José Carbonell, al juez federal Gabriel Casas, al legislador José Páez, entre otros dirigentes; en la Juventud Peronista de la década de 1970; en Ezeiza con Perón, cuando este regresó del exilio; en los penales de Villa Urquiza, Olavarría y La Plata durante el gobierno de Jorge Rafael Videla y compañía; en el Poder Legislativo de Tucumán cuando este aún era bicameral (fue senador provincial) y no había Ley de Lemas; en el Gobierno de Ramón "Palito" Ortega; en la Convención Constituyente de 1994 que reformó la Constitución nacional; en la gestión de Julio Miranda, el mismo que enfrentó la desnutrición infantil, los saqueos, la cesación de pagos y la desaparición impune de María de los Ángeles "Marita" Verón; en el entorno que postuló a José Alperovich como gobernador de la provincia y a Néstor Kirchner como presidente...

Guerrero estuvo en el fogón del poder hasta que se distanció de Alperovich, y pasó a esa especie peculiar de oposición y disidencia que desarrollan algunos peronistas viejos respecto de los neoperonistas o peronistas recién salidos del clóset. Él es un veterano casi imbatible: el partido, la unidad básica y la política lo atraparon a los 14 años, cuando ingresó al sindicato de los empleados del Correo (era mensajero). Una década más tarde, Guerrero, ya entonces dirigente de las 62 Organizaciones, fue elegido diputado nacional, el más joven del país después del socialista Alfredo Palacios -el tucumano regresó a la Cámara Baja en 1989-. Aunque está jubilado (admite que cobra un haber mensual de $ 20.000) y no ocupa un cargo público desde la gestión de Miranda (fue ministro de Gobierno), adhiere a la tesis de que un político de ley jamás se retira. Él se reinventó y en la puerta colgó -imaginariamente- el extravagante título de "consultor" del peronismo.

Antonio Guerrero desliza que comenzó a borronear un libro con sus memorias, donde posiblemente exponga todo lo que no cabe ni en esta publicación ni en la hora de diálogo con LA GACETA. Y los secretos que, por motivos que sólo él conoce, prefiere no ventilar. Sabiola encanecida, anteojos permanentes, manos inmensas, cinco hijos: "¿trajiste un cuestionario?", interroga para ordenar las ideas. Y sí, sobre la mesa hay más de 20 preguntas. Lo que falta, improbable lector, es un orden capaz de organizar tantas experiencias.

-¿Cómo era la política hace 40 años?

-Trabajábamos con la gente: no había el divorcio que hoy existe entre la población y sus representantes. El contacto era permanente. Nosotros negábamos que el político pudiese pertenecer a una clase especial; creíamos que era un hombre del pueblo circunstancialmente elegido por él para buscar el bien común.

-¿Cuáles fueron las causas del cambio?

-Antes no había tanta influencia de los medios y de la tecnología. Esto trajo ventajas y contras. En la política hubo un reemplazo de la comunicación directa. Ya no es necesario tener un puntero o gente afín en los barrios: con un operador alcanza para organizar una manifestación.

-Y el puntero, ¿cómo nació?

-Es relativamente nuevo. Yo distingo entre el puntero y el dirigente. El primero es un autómata, sólo recibe órdenes. El dirigente discute: para eso existían las unidades básicas. Pero esto se perdió y hoy sólo tenemos gente que baja consignas y, encima, es rentada.

-¿Por qué en 1999 dio su apoyo a Miranda y no a Olijela Rivas?

-A Miranda lo busco yo para que sea gobernador: Olijela ya había tenido un fracaso electoral (en 1995, contra Antonio Domingo Bussi). El poder político estaba entre ambos, en el "dueto senatorial", como lo llamaba el periodista Rubén Rodó. Le dije a Miranda que había que "matar" a uno: el poder no puede ser bicéfalo, no puede ser compartido entre Alperovich y la mujer...

-¿La senadora Beatriz Rojkés?

-No, la madre de "Marita" Verón. Susana Trimarco no puede marcar el ritmo al Gobierno. Porque para eso está el gobernador y, si este se equivoca, debe rectificar con política, ni más ni menos. ¿Cómo va a gobernar una ONG (la Fundación María de los Ángeles)?

-¿Rojkés acaso no gobierna con su marido?

-La mujer del gobernador no tiene poder: le regalaron todo.

-¿Por qué?

-No quiero crear polémica... Alperovich se convierte en gobernador gracias al ex presidente Eduardo Duhalde y a Hilda "Chiche", la esposa de este. Un día vamos a Olivos a pedir $ 100 millones para levantar los malditos bonos. En la reunión estaba Alperovich como ministro de Economía, yo como ministro de Gobierno y Miranda. Duhalde nos da el dinero y al final le dice a Julio: "no te hagás el tonto. Este (señala a Alperovich) es el próximo gobernador". Por eso yo digo metafóricamente que la gobernación costó $ 100 millones a Alperovich. 

-¿Y a Miranda lo ayudó el ex presidente Carlos Menem?

-No, nos sacaron corriendo. Para ellos, el ganador era Ricardo Bussi. Nosotros le arrebatamos la elección por la Ley de Lemas. Ese mecanismo sepultó al bussismo.

-Y también propició la destrucción los partidos políticos...

-Totalmente. Yo no la aprobé. A Miranda le permitió ganar las elecciones, pero no quiere decir que haya sido buena. De todos modos, el régimen de acoples (en vigor) es todavía peor. Aquella era mala, esta es cruel: no sólo no unifica al partido, sino que crea partidos nuevos al sólo efecto electoral. En su momento, el peronismo impulsó la Ley de Lemas por una conveniencia circunstancial...

-Con las conveniencias de circunstancia llegaron varias soluciones provisorias y cortoplacistas que terminaron por instalarse...

-El día que discutamos en serio una ley electoral se acabarán muchos problemas. Discutir en serio significa no buscar el beneficio de los poderes reinantes. Cada cual quiere reformas a su medida. Los intereses del momento son el mal de la política: yo soy un promotor de la juventud, por eso no concibo a jóvenes haciendo política para su propio beneficio.

-¿Se refiere a La Cámpora?

-Nosotros creamos el Movimiento de Unidad Popular para pelearle a La Cámpora y nos vamos a presentar en la interna. Todos lo conocemos al legislador (Jesús) Salim: le alcanzaba para ser concejal de Famaillá y nunca pudo construir nada. Y en La Cámpora después está este muchacho con portación de apellido, Marcelo... (Santillán, hijo del dirigente gremial Atilio Santillán). Perdón por la laguna, pero es la edad.

-¿Tiene algo que ver La Cámpora con la Juventud Peronista que usted vio nacer?

-¡Nada!

-¿Alperovich fue ingrato con el mirandismo?

-Hay quienes quieren justificar sus desaciertos achacando errores al mirandismo y no recuerdan cómo fue gobernar la provincia con un presupuesto de $ 1.200 millones y esta ya tiene $ 17.000 millones. Con la plata que manejó, este Gobierno tendría que haber hecho maravillas. Aquí no hay infraestructura para el futuro, salvo la ruta 38 que no la pueden terminar y que está financiada por la Nación.

-¿Dónde está el dinero que usted dice que falta?

-Es el gran interrogante.

-La gestión de Miranda no es considerada un ejemplo de transparencia..

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-No tiene ni una investigación judicial abierta, como no la tengo yo. Se le pueden hacer críticas políticas, pero no de corrupción. El alperovichismo, en cambio, sí va a caminar mucho por Tribunales.

-Miranda no habrá ido a la Justicia, pero quedó "pegado" a la desnutrición infantil.

-Es cierto que había desnutrición, pero eso fue consecuencia del manejo irregular de fondos durante el bussismo.

-Trimarco afirma que el mirandismo tenía una policía débil y dependía por completo de la organización de remises de Rubén "La Chancha" Ale. ¿Es cierto?

-No precisamente Miranda, pero sí había miembros del Gobierno relacionados con los Ale. La Caja Popular de Ahorros les dio las casas de juego.

-¿Y quiénes eran esos funcionarios?

-Me eximo de dar nombres. Otra equivocación del mirandismo fue no parar el garito en el que se transformó Tucumán. Debimos condicionar más a Ivisa SA, error en el que cae también Alperovich. Ivisa SA ya es un cuasi poder.

-La decadencia de Miranda llegó de la mano del "cuento de la botella". ¿Cómo vivió ese rumor?

-Fue una operación de los médicos de Ados. Empezó como una broma y después se hizo una bola. Nosotros nos reíamos. En esa época yo vivía las 24 horas con Miranda y puedo decir que él precisamente no tenía esa debilidad sexual... sino la contraria.

-¿Usted se enriqueció con la política?

-No.

-¿Quién será el próximo gobernador de Tucumán?

-Hay varios candidatos, pero yo hoy digo que (el intendente) Domingo Amaya.