POR MÓNICA CAZÓN

PARA LA GACETA


- ¿Crees en la inspiración o la disciplina, a la hora de escribir un poema?

- A la inspiración la llamo "la voz del lenguaje", siguiendo a Joseph Brodsky. Es una voz ancestral, una voz que viene desde el fondo de los tiempos y va hacia el fondo de los tiempos. Hay que estar alerta para oírla, al acecho, como un pescador con las redes, sólo que en este caso las redes también están hechas de palabras. Más bien, es paciencia lo que se necesita, no disciplina. Y la certeza de dejar sólo un caracolito en la arena del mundo, una pequeña huella del misterio que somos.

- ¿Consideras que el proceso de la corrección es importante? Borges dijo que "se publica para dejar de corregir". ¿Es así?

- Y, sí, es así. Pero antes, es el poema mismo el que dice basta. Cuando la corrección corre el riesgo de cambiar la frescura inicial por el remedo de una intensidad ya gastada. En mis primeros tiempos la corrección era pura poda; ahora, desde hace varios libros, me autocorrijo a medida que escribo; es poco lo que cambio después. Necesito la sensualidad de la lapicera deslizándose por el papel; los cambios en la computadora son generalmente referidos al espacio, al dibujo que harán en el papel.

- ¿La poesía es un instrumento ante determinadas situaciones políticas? ¿El instrumento es el poeta o el poema, en el caso que lo fuera?

- En esos casos la poesía es más necesaria que nunca: una palabra verdadera, que ilumina los rincones oscuros de la existencia. Una vasija llena de memoria. El poeta, lo quiera o no, siempre es un cronista de su época, aun cuando se autocensure. La poesía no puede reparar ninguna pérdida pero su sola presencia es testimonio de vida y de verdad-belleza (Keats dixit). Porque vive en el corazón del lenguaje (la sangre del idioma) y el lenguaje es lo que nos hace humanos. Además de memoria, nos trae comprensión, compasión, lucidez. Es un agua de resistencia.

- ¿Cuando un poema, es "el poema"?

- Esta pregunta es casi imposible de responder; hay un escalofrío, una mesa que se mueve, una intensidad que sólo el arte nos puede acercar. Parafraseando a John Berger, el poema verdadero toca una ausencia de la que, de no ser por él, no seríamos conscientes. Hay una frase magnífica de Georges Braque: "En arte sólo es válido un argumento, el que no puede explicarse".

- ¿Qué país del mundo te impresionó más por su producción literaria?

- En México, Colombia y Nicaragua viví momentos inolvidables (y envidiables).Allí se respira poesía; multitudes se congregan a escucharla. Las críticas son inteligentes y rigurosas; los poetas están en la calle y en la universidad. Se enseña poesía en los tres niveles de educación. Y se la edita y se la vende.

- ¿Podrías hablarnos del último libro?

- La epigrafìsta, que fue editado por Hilos (una editorial independiente que hace unos libros muy bellos, muy cuidados), es un libro muy lírico, que une realidad y fìcción (como sucede casi siempre en mis poemas) y habla, además, de la escritura (su maravilla y su dolor).

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