Más de dos décadas han transcurrido desde que Piñón Fijo se lanzó a las calles de Córdoba con un número artístico, en compañía de sus dos pequeños hijos. Ahora Sol tiene 25 años y Jeremías 23, y ya forman parte del staff permanente del payaso. "Emocionarme y divertirme es el único motor que me mantiene en el escenario, ver cómo disfrutamos entre todos", le cuenta Piñón a LA GACETA.

A las 15.30 y a las 18.30, en el club Sportivo Floresta (avenida Colón 471), el payaso regresa hoy a Tucumán para, seguramente, como lo hace siempre, reunir a la familia. No faltarán temas como "Chu chua", "Basta de mamadera" y "Por una ventanita", entre tantos otros que conforman su repertorio más popular.

- ¿Cómo va a ser tu show?

- No suena muy marketinera mi respuesta, pero estructuralmente es lo mismo. Claro que con canciones nuevas que van generando sketches diferentes, cambiando el repertorio. Pero siempre me apoyo en la música.

- Bueno, así comenzaste en las calles…

- Claro, mantengo mi perfil autodidacta a lo largo de 22 años, utilizando la música como instrumento de comunicación. Luego aprendí malabares, títeres y magia, porque si no te actualizás no pasa nada.

- Pasan los años, ¿cómo te sentís en el escenario?

- Me sigo divirtiendo y trato de vivirlo con mucha intensidad. Veo a los padres con sus niños de cuatro años o seis años y me siento ya como un payaso abuelo, con mis chicos que tienen ahora 25 y 23 años. Esos niños, con esas salidas espontáneas, realmente me emocionan. La emoción y la diversión son el motor que me mantienen.

-¿Qué les dirías a los chicos que están del otro lado de estas páginas?

- Que vivan y disfruten de su niñez. Que no se pierdan nada, que jueguen, que vuelen, que guarden cada imagen, cada perfume, cada caricia, cada melodía, cada sabor. Cuando sean grandes les va a servir. Que se dejen mimar y lo pidan cuando no se sientan suficientemente mimados.

- Pero no solo con los niños...

- Mirá, yo tuve mi potrero hace mucho animando fiestas de cumpleaños y sé qué difícil es mantener la tensión y atención de los niños. Al llegar a la casa del pibe había dos tipos de padres. uno era el que decía: "ah, sos el payaso, ahí están los pibes", y seguía con sus cosas. Había otros, en cambio, que se sentaban en el jardín con el hijo a mirar lo que yo tenía para entregarles. Esa escena y ese recuerdo del chico riéndose a carcajadas con su padre son superlativos. No hay evolución tecnológica ni comercial ni mercado que la supere. El público infantil es el más auténtico, lo peor es que se distrae, y si no mantenés una relación directa, perdiste. Es verdad que también trabajo con el condimento del adulto involucrado; siempre traté de seducir a la familia integralmente. Que un niño vea a sus padres reírse es un recuerdo que no se borra nunca.