Faltaban ocho minutos que para que termine el clásico catalán entre Barcelona y Espanyol cuando Frank Rijkaard, el holandés que conducía al "barça" miró hacia el banco de suplentes y le dijo a Lionel Messi si estaba preparado para entrar. Con la camiseta 30, el rosarino reemplazó al brasileño nacionalizado portugués Deco, en un Estadio Olímpico Lluís Companys con más de 34.000 espectadores. Lo que nadie se imaginaba era que, con 17 años y tres meses, el rosarino iba a comenzar la etapa más brillante de un futbolista con los colores blaugranas.

Debido a lesiones, ese día Rijkaard había convocado a cuatro juveniles para completar un banco de suplentes compuestos por Damià, Rubén, Cristian Hidalgo, Peña, Andrés Iniesta y Fernando Navarro.

Los únicos sobrevivientes de aquel encuentro son Víctor Valdés, Carles Puyol, Xavi e Iniesta, según consigna la web oficial de Barcelona.

A la salida del vestuario, la prensa se acercó al rosarino. "Lo esperaba desde hace tiempo. Es un sueño cumplido", declaró Messi, emocionado por lo que había vivido minutos antes.

A lo largo de estas temporadas, la "Pulga", que se adueño de la 10, jugó 340 partidos con la camiseta de Barcelona y lleva anotados 265 goles para contar entre sus títulos con cinco ligas de España, dos Copas del Rey, tres ligas de campeones y dos mundiales de clubes.

Con 25 años ya es el goleador histórico del "barça" y tiene a todo el mundo rendido a sus pies. El único trofeo que le falta, ya no a nivel de clubes, es una Copa del Mundo, asignatura pendiente que quiere saldar nada menos que en Brasil, dentro de dos años. LA GACETA ©