Zamira abre sus chispeantes ojos negros y aletea. Tiene el pelo lacio y oscuro, y unas manos pequeñas, muy ágiles. A sus siete meses, le cuesta quedarse quieta sobre la cama de la terapia intensiva del hospital de Niños. No está ahí por una enfermedad. Aunque ella no lo sepa -o tal vez sí-, con su presencia, con su calor, con sus constantes movimientos estimulantes y con su voz se ha convertido en una heroína. Nadie la entrenó para salvar vidas. Pero ella ya lo hizo. Porque desde que acompaña a su hermana gemela, Guadalupe Morena, le devolvió las fuerzas para vivir.

Desde hace un mes, las "gemelas del milagro" son una leyenda en el ambiente hospitalario. Zamira y Guadalupe Caciccio nacieron el 16 de diciembre del año pasado. Fueron sietemesinas y pesaron un kilo cada una. Estuvieron internadas en neonatología hasta febrero de este año. Y todo marchaba bien, hasta que a principios de mayo se enfermaron de bronquiolitis, cuentan los papás, Claudia Fernández, de 39 años, y Dardo Caciccio, de 37. La pareja tiene, además, otras dos hijas: Mara, de 20 años, y Lourdes, de 12.

"Mis bebés estuvieron muy graves, les costaba respirar y tuvieron que ser internadas en terapia intensiva", detalla la madre. Zamira se fue recuperando de a poco y dos meses después recibió el alta médica. Con Guadalupe las cosas fueron distintas: un virus entró en su cuerpo y le afectó el funcionamiento del intestino. Los médicos tuvieron que operarla dos veces y rescatarla de tres paros cardíacos.

Guadalupe, con respirador artificial, colostomía y un grado serio de desnutrición, tuvo que librar la primera gran batalla de su vida. Y estuvo a punto de darse por vencida. "Ya no había esperanzas. Las chances de vida eran cada vez más bajas. Los médicos hasta nos mandaron psicólogos para prepararnos para la peor noticia", relatan los papás.

Y quizás porque es caprichoso el azar, ese mismo día en que la familia esperaba lo peor, el 25 de julio, por Facebook trascendió la foto del abrazo entre dos gemelas recién nacidas. La imagen, que era de 1995, cuenta la historia de Kyrie y Brielle Jackson. Cuando había pocas chances de que sobreviviera una de ellas, una enfermera violó las normas del hospital de Massachusets, en Estados Unidos, y acostó a las dos hermanitas juntas. Las salvó.

Dardo no tardó en pensar que esta era su última esperanza. Y los médicos del hospital de Niños apoyaron la idea, sin saber que esta decisión abriría las puertas a un milagro. En cuestión de horas, de acuerdo con la información de los profesionales del hospital, Guadalupe recuperó su ritmo cardíaco, la oxigenación de la sangre se normalizó y empezó a ganar peso. Y después de dos meses de estar sedada, por fin abrió los ojos.

Presentimiento
Claudia está convencida de que un misterioso vínculo une a sus gemelas. "Aquí hay algo sobrenatural, lo presiento. La otra noche, cuando me llevé a Zamira a dormir a la casa de mi mamá, ella lloró todo el tiempo. A la mañana siguiente, al llegar al hospital, nos enteramos de que Guadalupe se había lastimado la espalda. Es como que su hermana también estaba sufriendo. Es increíble la conexión que tienen. Cuando están juntas son felices, nos regalan un montón de sonrisas; si las separás, lloran", cuenta la mamá, que es empleada de la Sala Cuna. Su esposo se dedica a la reflexología. Había conseguido a principios de este año un trabajo en Tierra del Fuego, pero tuvo que dejar todo. Ahora está desempleado y pasa todo el día en el hospital. La familia perdió la casa que tenían. Así y todo, los Caciccio no reniegan. Tienen una entereza sorprendente. "Si vemos todo lo que nos pasó este año, lo material no significa nada", explican.

"Es un milagro", repite Dardo, mientras sostiene entre sus brazos a Zamira, sin dejar de mirarla. Se le escapan las lágrimas. A Guadalupe, los médicos del hospital ya la bautizaron "Fortaleza". "Acá pasó algo atípico. Nosotros llegamos al límite de lo que podíamos hacer y creíamos que ya no había posibilidades de que sobreviva", cuentan las doctoras Constanza Chávez y Lucía Ramasco, acompañadas por el jefe de cirugía del hospital, Néstor Forenza, y por los enfermeros Ariel Acevedo y Beatriz Herrera. Tantas veces tuvieron que reanimar a Guadalupe que ahora, al verla tan lúcida, se les pone la piel de gallina.

"El brillo de su mirada se enciende cada vez que aparece su hermana. Creíamos que nada más podíamos ofrecerle. Pero el amor venció al miedo y a la desazón", sostiene el jefe de la terapia intensiva, Lorenzo Marcos.

Guadalupe se salvó, pero sigue estando muy delicada. Ahora pesa cuatro kilos y medio, y debe engordar para alcanzar a su hermana, que pesa ocho kilos. Los médicos no se animan a pronosticar cuándo le llegará el alta y si quedará con alguna afección permanente. Por ahora, la familia vive el día a día. Se ilusiona con cada avance, por más minúsculo que sea. "Ya se está mirando la manito, se está empezando a descubrir", exclama la mamá. Zamira reniega porque tiene hambre. Guadalupe suelta una pequeña sonrisa. Cruzan miradas. Se conectan. Y ya nadie, en esa sala de la terapia, duda de que estas pequeñas tienen algo especial.