"Si Tucumán no adelanta treinta años, con motivo del centenario del 16, tendremos que reconocer que somos unos ineptos o unos apáticos". Esas palabras las expresó un ilustrado tucumano, hombre joven y de visión lejana.

"La frase quedásenos grabada con todos los alcances que ella encierra. Más de una vez lo hemos repetido, en círculos de amigos considerando que su difusión podía dar buen fruto", eso reflejaba la nota central del primer número de LA GACETA en aquel 4 de agosto 1912, hace exactamente una centuria.

"Tal la impresión que va dejando en nuestro espíritu la falta absoluta de iniciativas, frente a la gran fecha de la que apenas cuatro años nos separaban. La visita del presidente de la Nación pudo ser aprovechada por nuestros hombres de gobierno, para dejar planeada la conmemoración del gran centenario. ¿Se ha hecho algo en tal sentido? Por lo menos nada ha trascendido a las esferas populares".

"Bien es cierto que las preocupaciones del protocolo impidieron que se hablara con ocasión de esa visita de algo más positivo que el calzón corto de algún valet de chambre. Pero ahorremos digresiones y economicemos al lector las tareas de hacerlas con nosotros para entrar de lleno al asunto".

"Es hora ya de pensar seriamente en la conmemoración del centenario. Y con esto no entendemos referirnos a los fuegos artificiales, a los desfiles del Ejército, ni a la elevación de arcos triunfales, iluminados a giorno. Para dar paso a los altos dignatarios más o menos aislados de su pueblo. Entendemos y referimos a lo que debe dejarnos la conmemoración como un beneficio positivo, dentro de la natural aspiración de Tucumán a alcanzar en breve tiempo todas las características de una gran ciudad moderna".

La nota del primer número de LA GACETA continúa largamente, pero se puede insertar con la precisión de un relojero en estos tiempos, 100 años después. Si sólo cambiáramos la palabra centenario por la de bicentenario bastaría para repensar una provincia cuya dependencia de la Nación impide pensar e identificar qué se quiere ser y para qué. Se trata de una deuda pendiente de todos los gobernantes que se sucedieron desde el 83 a la fecha. En ese interregno la desesperación siempre ha sido cómo lograr que la Nación no le cierre el grifo, sino que se preocupe de darle más. Pero no se ha trabajado a fondo para saber si el norte rector de las acciones de gobernantes y ciudadanos son la cultura, el turismo, el azúcar, el citrus o la universidad; o cualquier otra identidad que nos haga sentir orgullosos y desvivirnos por ello.

El impulso de aquel visionario primer número tal vez sirva hoy, 100 años después, para tomar conciencia de cómo la dependencia ha sido progresiva a tal punto de caer hoy en la decadencia de que ningún gobernador puede subsistir sin la billetera del presidente.

Con el largavista

Aquella principal nota titulada "El centenario de 1816" no fue la única del entonces pequeño diario. Otras dejan la sensación de que aquel periodista de hace un siglo hubiera estado escribiendo mientras miraba con un largavista el futuro (nuestro presente); es decir, lo que el mundo podría deparar un siglo después. "Las familias numerosas cuando actúan en política están expuestas a cada paso a sufrir resentimientos que a veces llegan a presentar todas las apariencias de profundas heridas". Cualquier parecido a problemas de hoy, a cuatro años del Bicentenario, puede ser pura casualidad.

Manos libres
La semana se fue con el estrépito de un funcionario menos. ¿Qué tenía Miguel Brito que no tienen los funcionarios de José Alperovich? El ex director de Arquitectura y Urbanismo recibió el cuestionamiento del Tribunal de Cuentas y se fue 24 horas después de que se conoció la resolución del ente de contralor. La sorpresa fue la actitud del mandatario provincial, que suele desgarrarse las vestiduras antes de dejar que un manto de sospecha envuelva a algún funcionario propio. ¿Por qué? ¿Habrá sido el pasado bussista de Brito? Difícil, ya que lo sobreprotegió durante varios años. ¿Estaba cansado del funcionario? Es posible, ya que Alperovich jamás se ha desprendido de un colaborador, salvo en circunstancias muy especiales. ¿Era esta una situación especial? Según el Tribunal de Cuentas, sí, ya que el precio que se iba a pagar por unas lámparas era excesivo.

Brito formuló un descargo por demás sorprendente. Dijo que no lo quieren en el Tribunal de Cuentas que hace pocos días autorizó la millonaria inversión del hotel Savoy. Las instituciones no tienen sentimientos, se ajustan a reglas que siempre deben ser acatadas, por más que los hombres busquen forzarlas. Resulta posible que algunos integrantes de ese organismo no le tengan simpatía -no va a ser ni el primero ni el último-; pero lo cierto es que el expediente es innegable.

Brito simboliza un problema clave en la gestión de estos últimos años. Fue el vicegobernador Juan Manzur -actual ministro de Salud de la Nación- quien presentó un proyecto de ley, que luego se aprobó, el 6 de diciembre de 2007. Mediante él se facultaba a la Dirección de Arquitectura y Urbanismo a apartarse de la ley de Obras Públicas y de Administración Financiera y lo autorizaba a hacer contrataciones directas, sin licitación pública, para los trabajos que llevare adelante cuando el monto no supere los $ 150.000. La norma habilitaba a que se tomara ese camino cada vez que hubiera urgencias reconocidas o circunstancias imprevistas. Así se abrió una tranquera que hoy deja demostrado una seria debilidad del sistema. Con esto se le quita transparencia al trabajo y a la gestión pública.

Según una investigación que llevaba adelante la legisladora Silvia Elías de Pérez (UCR), entre 2010 y 2011 unas 10 empresas se distribuyeron el 50% de $ 44 millones. Como se defiende el funcionario, la ley enmarca este tipo de acciones; el problema es que la ciudadanía no merece que ese haga ese manejo de sus fondos.

En taxis
La imposibilidad para poner quicio a algunos sistemas ha quedado demostrado en el Sutrappa. El servicio de taxis de la capital hace agua; y el dique de contención va a ser la Justicia. Hasta allí llegan casos como el de un taxista que circulaba con la habilitación otorgada sin haberla tramitado y con la inspección aprobada 18 días después. Como diría José Luis Avignone (UCR), "algo huele mal en Dinamarca". Imposible desmentirlo cuando se tiene el testimonio de los que realizan el control vehicular y confiesan haber recibido más de un auto en estado deplorable y con la habilitación vigente. Curioso esto de los favores políticos que no piensan en los ciudadanos que podrían terminar siendo víctimas -hasta fatales- de estas irregularidades.

Hace 100 años LA GACETA advertía que si no adelantábamos 30 años seríamos unos ineptos. Sería muy triste que el propio siglo delate que fuimos unos ineptos; nada más -y nada menos- que por no respetar las leyes.