Sí, es cierto. Esta vez no estamos hablando de Gaby, Fofó y Miliki. Pero en nuestras tierras, el payaso Tachuela vivió la misma pasión por el circo y la transmitió a toda su familia. Hace 50 años Juan de Dios Medina se vino desde el lado chileno de los Andes y le dio el puntapié inicial al primer circo tucumano.

Suelen decir los abuelos que el único patrimonio que tiene una persona es su buen nombre. Esta es la historia de dos familias unidas por la misma pasión: hacer reír.

Para lograrlo don Medina incorporó a los miembros de su familia a la actividad. Fueron, de a poco, aprendiendo el oficio y tomando como base sus destrezas. Tachuela los fue ubicando dentro de la gran carpa: algunos fueron locutores-presentadores o boleteros; otros, trapecistas, malabaristas o domadores. Nunca faltaron los payasos. Don Medina poco a poco logró aunar el circo y su magia con el teatro criollo y con cantantes.

Según pasaron los años

La empresa familiar creció y creció al calor del afecto que le prodigó la gente. La década de los 60 terminó de encumbrarla, pero luego comenzó a declinar, hasta terminar desapareciendo a mediados de los 70.

Hoy están de vuelta. Héctor Ramón Medina, heredero del apellido ilustre, juntó esfuerzos con su cuñado Marcelino Omar Ferreyra y se puso al frente.

"Hace un año que inauguró su carpa el circo -cuenta Ferreyra- y desde entonces hemos tratado, a pulmón, de llevar alegría a todo el mundo. Nuestra familia, la compuesta por los Medina y los Ferreyra, se brinda por entero para que todos los que concurren a ver el show disfruten y se distiendan".

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"Venir a nuestra provincia nos daba algo de temor, en el buen sentido -acota-, ya que el apellido Medina pesa en el mundo del circo. Pero estamos muy contentos por la repercusión que logramos show a show. No hay palabras para agradecer el apoyo de la gente".

Hoy en el escenario se puede ver a la quinta generación de los Medina, los jóvenes descendientes del mítico Tachuela. "En nuestras presentaciones se destacan la acrobacia, la destreza, el teatro, el humor, los malabarismos y las contorsiones de mis sobrinos. Yo aporto -dice sonriente- algo de humor trabajando como payaso".

Y explica que la historia los ha obligado a cambiar: "ya no hay animales para domar, como en los 50. Hoy celebramos la vuelta de la picaresca, del circo criollo, sin dobles sentidos en el humor. La risa y el aplauso brotan tras el paso del taxi loco y por la rutina de los payasos. Nos duele ver cómo se desvirtuó la palabra circo, asociada con escándalos deportivos o judiciales. El circo, el auténtico, está emparentado con la magia; es alegría, algo sano. Es una pasión que se transmite de padres a hijos ", añade. El circo regresó para quedarse. Los Hermanos Medina lo hicieron posible una vez más...