El viaje sensorial empieza por la vista: el color es cálido e indescifrable (¿rojo o naranja?) y contrasta con el gris del día otoñal. El aroma al cacao impregna la nariz mientras que la boca se cubre con coco, vainilla y terciopelo. Tomar el té es mucho más que hervir agua (¡mal!), empapar un saquito polvoriento y agregarle azúcar. En realidad, es una experiencia delicada y repleta de sensaciones que alimentan directamente el espíritu.

El té carga la mochila de la historia: originó rutas comerciales, inspiró revoluciones y fusionó culturas. El mejor ejemplo es el blend (mezcla) que está descripto en el primer párrafo: el Deep África lleva rooibos (originario de Sudáfrica) láminas de coco, cacao, vainilla de Madagascar y cubitos de crema de caramelo.

¿Te gustó? Helga González se tentó hace mucho tiempo: a los 12 años dejó de tomar leche y arrancó su paseo por los caminos innumerables de las infusiones. Hoy aclara que beber té es una ceremonia íntima, un homenaje a cada uno de sus ingredientes y a quienes los cultivaron. "Nos transporta a los lugares de donde proviene y se lo disfruta con todos los sentidos, inclusive con buena música", argumenta Helga, dueña de Tea Way, donde sirve blends importados (Marcos Paz 356).

Existen muchas infusiones a las que les decimos té, como el boldo y la manzanilla. Pero, en realidad, el original proviene de la Camellia Sinensis, natural del sur de Asia (aunque se la cultiva en muchas otras regiones del mundo, incluso en Argentina). "Las diferentes variedades se clasifican por su nivel de oxidación: blanco, verde, azul, rojo y negro (el rooibos es un invitado especial a esta fiesta: no procede de la Camellia Sinensis, pero comparte muchas de sus propiedades ¡bienvenido!).

Los blend nacieron en Europa y el casi inabarcable abanico de combinaciones posibles los convierten en un crisol de sorpresas. "¡Quizás haya más de 3.000 mezclas!", exclama Helga. De hecho, ella sostiene que los únicos límites que poseen quienes los crean son la imaginación y el buen gusto. Y lo dice mientras se sirve uno de sus favoritos, el Taj Majal. Está compuesto por té verde japonés, té negro de Sri Lanka, pétalos de aciano de Polonia, de girasol de Bulgaria, rosas rojas pakistaníes y jazmines de China.

Ya lo sabés: el ratito de paz que andás buscando está a un poquito más de tres minutos. Eso es lo que demora el agua en sacar lo mejor de las hebras. A partir de entonces dejá que el té empiece a alimentar tu espíritu.

Clásicos

Earl grey chelsea
Se trata de un blend que se prepara con té negro de Ceylán (originario de Sri Lanka) y té negro del sur de China. Lleva extracto intenso de bergamota y flores rojas de cártamo. Debe su nombre al conde Edward Grey.

Chinese jazmine
Está elaborado con una base de té verde Chun Mee (originario de China) con pimpollos de jazmín de China y extracto natural de jazmines. Es el blend conocido más antiguo del mundo.

Modernos

Lemon flower
Se lo prepara con rooibos, pétalos de caléndula egipcia, flores de jazmín chino, hojas de limón y cítricos del Mediterráneo. El limón siempre está asociado con propiedades depurativas; la caléndula y el jazmín lo equilibran.

Pu-erh fresh
Lleva té rojo Pu-erh de la región china de las "primaveras eternas"; lo acompañan trocitos de frutillas del este de Europa, naranjitas del Mediterráneo y vainilla. Se le atribuye poder adelgazante.

Sofisticados

Indi casmir
Lleva té negro de Assam (India), trozos de manzanas dulces de Turquía, canela de Indonesia, clavo de olor, pimienta rosa, pétalos de aciano de Polonia y rosas de Pakistán. Es una especie de viaje saborizado por la Ruta de la Seda.

Te d'ete
La mezcla está compuesta por té blanco Pai Mu Tan Imperial de China, té verde, menta nana marroquí, flores blancas y amarillas. El té blanco posee propiedades antioxidantes.