CRÍTICA
EL EFECTO LIBERTELLA

MARCELO DAMIANI (Beatriz Viterbo - Buenos Aires)

Más allá del homenaje evidente y bien merecido, El efecto Libertella, sabiamente compilado por Marcelo Damiani, es un gran ensayo para contemplar, desde posturas bien diversas, algunas de ellas casi inclasificables, eso que conocemos como literatura. Así, el volumen, dividido certeramente en cuatro partes, se abre con la evocación de la persona de Héctor Libertella, a partir de rasgos trascendentes que las plumas de César Aira y Ricardo Strafacce captan a la perfección.

Luego de pasar por ciertos vínculos literarios, Martín Kohan, Maximiliano Crespi, Martín Arias y Raúl Antelo recorren la obra libertelliana con la inteligencia que los grandes críticos sólo pueden enarbolar frente a los grandes textos, como para confirmar una vez más, por si hiciera falta, que hay autores que logran conjurar una suerte de epifanía teórica, siempre posterior al texto que la engendra.

La imagen del escritor hermético, en esta sección, tal vez la más académica del libro, termina por resquebrajarse sanamente, para dar el puntapié inicial a la emergencia de la ficción teórica, síntoma de la producción aldeana que intenta llenar la vacuidad en fuga del mercado global.

En la última sección, Efectos personales, Ariel Idez retoma el pulso biográfico en el preciso instante en que lo había dejado Strafacce, y nos regala una crónica meditada y única de los últimos días de Libertella. Por esos días, también, con un timing perfecto de paradoja cruel, apareció La arquitectura del fantasma?, su autobiografía literaria. Alan Pauls la analiza brillantemente y posiciona a Libertella en ese lugar (que no está ahí, diría él) reservado para pocos, el lugar de los que ciertamente van a seguir siendo leídos cuando los pobres actores de turno se pierdan en los vericuetos del presente, sin poder encontrar ese sendero secreto que conduce al porvenir (de las lecturas significativas).

El efecto Libertella, por fin, produce un efecto singular. La sensación de que es un libro que hay que releer más de una vez, en especial el prólogo de Marcelo Damiani, ya que él, ahí, cual alquimista del siglo XXI, ha logrado disponer una serie de intervenciones que están como diseminadas en un plano anotado y con brújula, una suerte de mapa del tesoro cuyas perlas, una vez halladas, son como ese objeto evanescente y exquisito que llamamos literatura.
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Marcos Rosenzvaig