PARÍS.- Cuando el 26 de enero de 1887 comenzaron los trabajos para la construcción de la parisina torre Eiffel, sus días estaban contados. Ahora, 125 años después, la capital francesa sería irreconocible sin este monumento de acero. Incontables "chansoniers" han cantado a la "dama de hierro", que aún sigue inspirando a poetas, pintores y cineastas. Su versión en miniatura adorna millones de hogares en el mundo, mientras la original sigue, imponente, en la orilla izquierda del Sena.

Pero a finales del siglo XIX, el arquitecto Gustave Eiffel no habría imaginado algo así ni en sus más atrevidos sueños. Cuando en 1889 el ingeniero francés de ascendencia alemana izó la bandera de Francia en la cúspide del monumento, su obra de 300,65 metros era la torre más alta del mundo y la principal atracción de la Exposición Universal con motivo del centenario de la Revolución Francesa. Pero muchos ciudadanos, y especialmente artistas, la calificaron de "monstruo" y "vergüenza" para París. Incluso se creó un comité para desmantelar la torre. Su salvación se abrió camino más adelante, con la llegada de las telecomunicaciones. De pronto, la torre construida con 7.300 toneladas de acero tenía una utilidad. Cuando en 1909 finalizó el contrato de arrendamiento, la torre comenzó a ser utilizada como relé para telegrafía y radio. En 1921 se emitió desde allí el primer programa radiofónico en abierto de Francia. No hubo peligro hasta la Segunda Guerra Mundial.

El ejército francés temía que las tropas alemanas la pudieran utilizar como emisora, y se planteó desmantelarla parcialmente. Además, el monumento figuraba en la lista de las construcciones que Hitler quería destruir. Tras la liberación de París, el jefe de bomberos subió de nuevo a lo más alto de la torre y colocó la bandera tricolor.

Una silueta fascinante

Al igual que hace 125 años, la torre Eiffel sigue siendo fascinante, con una silueta que cambia según las condiciones meteorológicas. La niebla recorta a veces sus delgados pisos superiores, mientras que en los días soleados sus puntales de acero relucen como si fuera un delicado encaje. Cuando hace mucho calor, la torre gana 18 centímetros de altura debido a la dilatación de los materiales. Si uno pasea por el Campo de Marte, una amplia explanada verde que se extiende alrededor de la torre Eiffel, escucha entre los turistas exclamaciones como "increíble" o "genial". Por las tardes, cada hora en punto, unas 20.000 lucecitas convierten la obra en un objeto de cuento.

No puede decirse que la torre se haya aburrido en sus 125 años de historia. Con motivo del bicentenario de la Declaración de los Derechos Humanos, Philippe Petit paseó por la cuerda floja en 1989 desde el palacio Chaillot hasta la torre, cruzando el Sena. En otras ocasiones, algún paracaidista se tiró desde lo más alto de la torre e incluso un ciclista subió 1.300 escalones con su mountain bike. Especialmente en los últimos años, varias amenazas de bomba ocasionaron revuelo entre los visitantes, pero nunca se descubrió ningún explosivo. Pese a ello, el año pasado siete millones de personas visitaron sus plataformas panorámicas, marcando un nuevo récord. (DPA)