Bajo el opresivo calor del mediodía céntrico, todo el mundo camina abanicándose y resoplando por la insoportable jornada. Un día cualquiera, la ciudad se convierte en un horno a cielo abierto. Es preferible no saber a cuánto trepa el termómetro. En diciembre siempre hizo calor. Pero ahora es como si nos golpeara más. Y sí, nos pega más. Porque, de a poco, el promedio de jornadas con temperaturas altas va aumentando. Porque faltan espacios verdes y sobra cemento.

La última década (de 2002 al 2011) fue la más calurosa de la historia, según informó la Organización Meteorológica Mundial (OMM) durante la Conferencia de la ONU sobre el cambio climático que se celebra en Durban, Sudáfrica. Este año será el décimo más agobiante, anticiparon.

Tucumán no es ajena a las tendencias meteorológicas mundiales. A eso hay que sumarle que la capital sufre el efecto "isla de calor". Este fenómeno provoca que en la ciudad haya temperaturas más altas que en sus alrededores. El efecto hace que el calor se mantenga aún en horas de la noche porque el hormigón tiene la propiedad de absorber el calor e irradiarlo de noche. Se calcula que el "efecto calor urbano" sube la temperatura más de 1,6 grados.

Dicen los especialistas que el fenómeno se da en ciudades donde el cemento le gana al verde. Y detallan: cuando una metrópoli crece caóticamente (sin planificación ni vistas al futuro) es común que existan pocos espacios verdes y también pocos espejos de agua, dos elementos necesarios para mitigar la acción del calor.

¿Habrá que acostumbrarse entonces a tener veranos cada vez más penosos? Según expertos consultados por LA GACETA, en Tucumán cada vez se construye más y no queda espacio disponible para pensar lugares donde la ciudad respire.

Qué hacer

Sin embargo, hay algunas medidas que podemos ir tomando para que las altas temperaturas no conviertan nuestra vida en un infierno. Y -principalmente- para que no lleguemos a un punto en el que pongamos en jaque recursos vitales como el agua y la energía.

Juan Minetti, director del Laboratorio Climatológico Sudamericano, explica que hace dos años, cuando Tucumán padeció una sucesión de cinco días con temperaturas récord se advirtió que "algo estaba pasando". La aparición de calores extremos podría ser un síntoma del cambio climático, sostiene.

"Hay una preocupación latente sobre este tema. Creo que ya deberíamos empezar a pensar cómo vamos a enfrentarlo, tanto desde el punto de vista urbanístico, en las construcciones de nuestras casas, como en lo que tiene que ver con nuestros hábitos", señaló.

"No podemos seguir pensando en los trajes o los pantalones largos en nuestros veranos. Por sobre las formalidades está nuestra salud", sostuvo. "Si este proceso de cambio climático ya se inició, lo único que podemos hacer es adaptarnos", añadió".

"Tener más verde, más árboles y piletas de natación en las terrazas de edificios ayudaría mucho. Estos elementos producen evaporación y esto se traduce en una baja de la temperatura. Son fundamentales", explicó.

Hay varios factores que no ayudan a mitigar el calor y que en muchas oportunidades hasta favorecen a que haya mayores temperaturas: la edificación exagerada (un edificio al lado del otro), la falta de plazas y parques, la emisión de gases contaminantes. Los materiales como el hormigón o el asfalto tienen una gran capacidad de absorción de calor y una gran capacidad térmica; lo mantienen durante horas y horas.

Crecer sin control

Para entender por qué sufrimos más el calor que otros años basta con echar una mirada en las miles de cuadras que se han pavimentado en los últimos tiempos. En los últimos tres años se levantaron 400 edificios; y en el presente, los gigantes de cemento en la ciudad son más de 1.300. La ciudad de Tucumán es uno de los municipios capitalinos en los que más ha crecido la construcción. Sin embargo, este crecimiento no ha sido acompañado por controles ni por acciones ni por normas que reduzcan el impacto ambiental, según advierte el arquitecto Jorge Negrete, especialista en acondicionamiento ambiental y docente de la UNT.