Si a cada ciudad se la sometiera a varias sesiones de psicoanálisis se encontrarían tal vez explicaciones interesantes a conductas que pueden resultar incomprensibles, como, por ejemplo, dejar que el patrimonio urbano se destruya por la falta de interés y en consecuencia, por la inacción.

En Villa San Cayetano, estaba la estación Mate de Luna que era la primera luego de que el tren partía de El Bajo hacia el sur. A unos 50 metros hacia el oeste, se levantaban a lo largo de más de 200 metros talleres que eran utilizados para alistar las locomotoras que viajaban hasta La Cocha. Estos comenzaron a ser desmantelados en robos hormiga que nuestro diario denunció en el 15 de febrero de 2004. Los ladrones robaron todo lentamente, protegidos por la oscuridad de las noches y la poca vigilancia que había en la zona. En 1979 los talleres habían sido abandonados, los portones fueron encadenados y no quedó nadie, según explicó en esa oportunidad León Monetti, coordinador para Tucumán de Belgrano Cargas S.A. El predio está rodeado por las calles Belisario López, Thomas Edison, Marina Alfaro y La Plata.

Actualmente, algunas estructuras aún se conservan en pie, como las ex oficinas y las casas de los empleados, pero todo está ocupado en forma irregular. En un extremo, hacia Marina Alfaro y avenida Independencia funciona la escuela "Marina Alfaro" y el depósito de una alcoholera. La estación que fue abandonada en la década de 1990, durante la presidencia de Menem, también ha sido desmantelada y ocupada por gente de escasos recursos. Se estima que en todo el predio viven alrededor de 60 familias, con un promedio de cinco hijos, y alrededor de 300 chicos en edad escolar. En febrero pasado, La Administración de Infraestructura Ferroviaria le cedió a la Municipalidad de San Miguel de Tucumán el permiso del uso del inmueble de la estación para que allí se levantara una escuela. Según le dijeron los vecinos a nuestro diario, hace cuatro meses, la Policía Federal les advirtió que serían desalojados.

Algunos habitantes que ocupaban los terrenos sobre la calle Belisario López recibieron las tenencias precarias de módulos habitacionales en Las Talitas, pero muchos no quisieron irse porque no había cupo en la escuela de esa ciudad. Otros vendieron los módulos y volvieron a ocupar las casas que tenían en San Cayetano. Se trata de comprovincianos que viven en la precariedad, la mayoría sobrevive haciendo changas.

Si bien, a la hora de resolver situaciones con los predios ferroviarios abandonados se presenta siempre una cuestión jurisdiccional. Pero antes de que se produzca la destrucción total, aplicando un sentido común las autoridades no deberían apoyarse en razones burocráticas para justificar su inacción. Vemos, por ejemplo, que la ex estación El Provincial sigue lentamente el camino de aniquilamiento, mientras se discute desde hace años la paternidad del lugar.

En otras ciudades, ya se habría llegado a un acuerdo con la parte propietaria y estos predios ya hubiesen sido recuperados para la cultura y el entretenimiento (teatros, museos, anfiteatros, un parque de diversiones al estilo de los de Carlos Paz o espacios verdes con arboledas). ¿Desapego por lo propio? ¿Deleite en destruir las edificios antiguos? ¿Dejadez? ¿Ausencia de visión de futuro? ¿Qué falla en nuestra idiosincrasia? Si la ciudad fuera al diván, ¿qué diría?