BRUSELAS.- "No trabajamos en esa hipótesis". La Comisión Europea rechazó ayer, nuevamente, que la eurozona, y Europa en su conjunto, se prepare para una eventual suspensión de pagos de Grecia. No obstante, los expertos en lides comunitarias saben que se trata de un mensaje subliminal, de semántica ambigua.
Al margen del lenguaje diplomático de las instituciones de Bruselas, la traducción real es precisamente la contraria: el bloque, igual que anunció la semana pasada Berlín, vela armas en caso de que se produjera el colapso, más o menos controlado, del socio más débil y menos fiable de la eurozona: Atenas.
Todo tiene una lectura más áspera: la Comisión Europea, el Banco Central Europeo (BCE), y el Fondo Monetario Internacional (FMI), la nueva "troika" internacional del préstamo, que hasta la fecha ha salvado -no sin pingües intereses- del hundimiento a Grecia, Irlanda y Portugal, están pendientes de un viaje nada turístico a Grecia.
Mañana regresa al país mediterráneo una misión de expertos para examinar nuevamente las cuentas griegas y determinar si, en efecto, se puede liberar el sexto tramo de ayudas al país, a partir del primer paquete de salvamento heleno, por 110.000 millones de euros, aprobado al año pasado por la UE y el FMI.
Se trata de un tramo de crédito de 8.000 millones de euros, contemplado en Atenas con ansiedad, pues de ese combustible, se afirmó este lunes, depende que el país pueda seguir pagando sueldos a funcionarios y las jubilaciones a los pensionistas.
La "troika" internacional del cobro tiene a Grecia en un puño, pues una evaluación negativa al último programa de ajustes y ahorro heleno, que lleva a sus ciudadanos a apretarse el cinturón hasta casi rozar la asfixia, supondría, en efecto, la inminencia del "default", o suspensión de pagos del país: el primero de la eurozona en sus más de diez años de historia.
Europa pierde la paciencia con Grecia. Mientras Grecia lanzaba ayer a Europa y al FMI un desesperado SOS en busca de un balsa financiera a la cual asirse para evitar hundirse, la canciller alemana Ángela Merkel reiteraba que el país mediterráneo, miembro de la UE (entonces CEE) desde 1981, debe "cumplir con sus compromisos" y abrirse un nuevo agujero en el cinturón.