Papa

te llamas 

papa

y no patata,

no naciste castellana:

eres oscura

como

nuestra piel,

somos americanos,

papa,

somos indios. 

Profunda

y suave eres,

pulpa pura, purísima

rosa blanca

enterrada,

floreces

allá adentro

en la tierra 

(...)

Honrada eres

como

una mano

que trabaja en la tierra,

familiar

eres

como

una gallina,

compacta como un queso

que la tierra elabora

en sus ubres

nutricias,

enemiga del hambre,

en todas las naciones

se enterró su bandera

vencedora

y pronto allí,

en el frío o en la costa

quemada,

apareció

tu flor

anónima

enunciando la espesa

y suave

natalidad de tus raíces.

Universal delicia,

no esperabas

mi canto,

porque eres sorda

y ciega

y enterrada.

Apenas 

si hablas en el infierno

del aceite

o cantas

en las freiduras

de los puertos,

cerca de las guitarras,

silenciosa,

harina de la noche

subterránea,

tesoro interminable

de los pueblos.