"Al maestro hay que darle un tirón de orejas. Mire esas gubias y esos formones todos mellados", dice un compañero de ruta mirando las herramientas del escultor José Argañaraz en una mesita baja. Él no escucha bien del todo, pero cuando recibe el reclamo se justifica: "están mellados de tanto trabajo", dice con una sonrisa suave. Y nadie se anima a discutirle: ayer, el artista tucumano cumplió 96 años. Desde los 15 que no para de tallar maderas y esculpir cañas con historias que teje en su cabeza.
El artista se sintió bien agasajado: en la Casa de la Cultura municipal, la Banda de Música le tocó el Cumpleaños feliz, les dedicaron unos tangos, sirvieron torta y gaseosas y no pararon de elogiarlo. "Es la primera vez que me hacen un reconocimiento así y esto me da ganas de seguir exponiendo y trabajando", dice en voz baja y con una lucidez que deslumbra.
"Habré tenido unos 15 años y empecé a tallar caricaturas en madera, creo que la primera fue la de Sandrini, después Atahualpa... Al mismo tiempo empecé con la carpintería, que es de lo que viví siempre", recuerda. Siguió tallando, esculpiendo, pasó por los talleres del Instituto Técnico de la UNT donde construía bancos, pizarrones y lo que las facultades necesitaran; descubrió la veta artística y se inspiró con las raíces de la caña de bambú, a las que se adapta para crear sus personajes; vinieron las muestras y los regalos... hechos por él: "hice la empuñadura de un bastón con el rostro de Néstor Kirchner y se lo regalé en una visita a la provincia". Le encanta recordar eso y lo repite varias veces.
Con pocas palabras, Argañaraz agradeció el reconocimiento y se atrevió a mostrar la nueva obra en la que trabaja: una imagen del Che Guevara en una tabla de madera, en la que no hay muestras de que los años le hagan dudar el pulso.
El artista se sintió bien agasajado: en la Casa de la Cultura municipal, la Banda de Música le tocó el Cumpleaños feliz, les dedicaron unos tangos, sirvieron torta y gaseosas y no pararon de elogiarlo. "Es la primera vez que me hacen un reconocimiento así y esto me da ganas de seguir exponiendo y trabajando", dice en voz baja y con una lucidez que deslumbra.
"Habré tenido unos 15 años y empecé a tallar caricaturas en madera, creo que la primera fue la de Sandrini, después Atahualpa... Al mismo tiempo empecé con la carpintería, que es de lo que viví siempre", recuerda. Siguió tallando, esculpiendo, pasó por los talleres del Instituto Técnico de la UNT donde construía bancos, pizarrones y lo que las facultades necesitaran; descubrió la veta artística y se inspiró con las raíces de la caña de bambú, a las que se adapta para crear sus personajes; vinieron las muestras y los regalos... hechos por él: "hice la empuñadura de un bastón con el rostro de Néstor Kirchner y se lo regalé en una visita a la provincia". Le encanta recordar eso y lo repite varias veces.
Con pocas palabras, Argañaraz agradeció el reconocimiento y se atrevió a mostrar la nueva obra en la que trabaja: una imagen del Che Guevara en una tabla de madera, en la que no hay muestras de que los años le hagan dudar el pulso.