COPIAPÓ, Chile (Enviado especial, Leo Noli).- Los "33" se acoplan a la tormenta de viento. Tanto se habló en la previa y, finalmente, afirman, visitaron el vivac sin necesidad de ningún billete. Vinieron porque quisieron estar cerca del Rally y, por qué no, algún día subirse a un auto o moto y correrlo. Bien custodiados, 11 de los sobrevivientes posaron frente a la cápsula Fénix 3. Luis Urzúa, el líder natural y último en salir del pozo infinito, comandó al grupo. Le siguieron Pablo Rojas, Juan Illanes, Florencio Avalos, Mario Gómez, Jorge Gayeguillos, Víctor Zamora, Ariel Ticona, Carlos Burgueño, Claudio Yáñez, Esteban Rojas y la hija del ex futbolista y rescatado Frankiln Avalos.

Varios políticos estuvieron a su lado custodiándolos y guiándolos dentro del parque automotriz en pleno trabajo. La mayoría de los líderes de sus divisiones ya estaba en el campamento y aprovechó para acercarse a ellos o simplemente verlos desde lejos. Dicen, Nasser Al-Attiyah tuvo la fortuna de meterse dentro de la cápsula, a hurtadillas. Un grande el príncipe.

Antes de encarar un nuevo sector del campamento, Urzúa dejó en claro qué es lo que hará el resto de su vida. "Tenemos que demostrarle a la gente, que tanto se preocupó por nosotros, que nosotros hacemos lo mismo por ellos", señaló de entrada el veterano, vestido casi de entrecasa, con una gorra honorífica de la carrera y una bandera de Copiapó haciendo de bandana. "Soy la misma persona", ratifica en un tono bajo "Don" Luis. No sabe lo que es levantar el tono. Tampoco, y por la impresión a primera vista, no cambió en absoluto. Es uno más del montón, aunque la gran diferencia es que es el hombre que más días y horas estuvo enterrado en el fondo de la tierra.

"Uno tiene que devolver el cariño", insiste Urzúa y le agradece a Dios poder estar contándola.

"Lo que más me llena es estar con la gente y escucharla; conversar y responderle acerca de lo que vivimos allá abajo. Eso me llena", sostiene el mandamás moral de los "33", tal como lo catalogó la NASA.

La fama no le preocupa; no le lleva el apunte. Para qué cambiar, ¿no? Parece decir con la mirada, espejada por esas gafas que fueron su escudo cuando salió a la superficie. "Creo que me vida ha cambiado, pero para mejor, no para peor", asegura justo cuando la encargada de manejar sus tiempos le pide continuar con el camino. (Enviado especial)