El periodista Luis Majul cuenta en su libro "El Dueño" que, de niño y adolescente, Néstor Carlos Kirchner era una persona retraída, acomplejada. También que le decían "Lupo" por su parecido con Lupín, aquel personaje de historieta creado por Guillermo Guerrero en la década de los 50. Cuesta imaginar entonces que aquel "flaco tímido, de anteojos enormes y con problemas de dicción" -según cita Majul en su biografía del ex presidente- se haya convertido con el tiempo en aquel gobernante avasallante que cautivó a buena parte de los argentinos en 2003 con su estilo descontracturado y provocador.
Su hermana mayor, la ministra de Desarrollo Social, Alicia Kirchner, fue su compañera de juegos y de aventuras, al igual que lo sería luego en la vida política. Durante su infancia, el ex presidente inclinó sus preferencias deportivas por el básquet. De hecho, aprovechó su 1,87 metro para conseguir un lugar en el equipo del Colegio Nacional República de Guatemala, en el que cursó el nivel secundario. No lo recuerdan por sus dotes técnicas, pero sí por su temperamento. "Tiraba los libres de espaldas al aro y calentaba a la figura del rival", confesó en una entrevista Carlos Tuñón, amigo y compañero en el secundario de Río Gallegos. El fútbol era su otra pasión, pero como hincha: era socio de Racing. En 2009 bajó en un helicóptero para regalarle al plantel los plasmas que había prometido al entonces técnico Ricardo Caruso Lombardi.
En la intimidad familiar y de poder, según lo describieron quienes pasaron muchas horas con él, Kirchner se mostraba travieso, bromista, irónico, pero también agresivo cuando las cosas no salían como lo había planeado.