Los ritmos latinos le ceden el lugar al rock guitarrero que tan bien conocen estos uruguayos. Haber pasado un año de gira por Europa y América, la fuerza de su avanzada sin descanso sobre Argentina y Buenos Aires en especial, y la mano del perico Juanchi Baleirón como productor, terminaron de definir la línea del nuevo disco de NTVG.
El cemento rocker le ganó, por ahora, la pulseada a la percusión y a los vientos tan presentes en los discos anteriores. Aparecen ahora, pero sólo para aportar elegancia sin ser el centro de la escena. La esencia de Emiliano Brancciari, voz, guitarra y alma del grupo, se mantiene incólume.
Sus letras, entre sombrías y punzantes, se hacen llevaderas sobre ritmos agridulces que en vivo se prestarán para el salto y el pogo, pero ya no tanto para el baile cadencioso. La discriminación, el amor, el olvido, la violencia, la desigualdad y tantos otros temores del ser humano fluyen de la voz tristona del argentino que fue asimilado por la otra orilla del Río de la Plata.
Hay un sesgo infantil en el arte del disco, que con ilustraciones acompaña cada canción. Un jugueteo experimental que se refleja en las pruebas sobre sonidos conocidos, pero no explotados con la definición que ofrece "Por lo menos hoy".
Habrá que adjudicarle a Juanchi el haber puesto sobre relieve esos elementos que permanecían tapados por la rioplatense latinidad que NTVG parecía decidida a dejar de lado ya en "El camino más largo".