Hace 11 años, cuando todavía era adolescente, Carlos Mamaní abandonó el altiplano boliviano y empezó una nueva vida en Chile. Al principio, obtenía el pan de cada día recogiendo uvas. Después, se dedicó a la minería. No le agradaba la idea de trabajar en las entrañas de la tierra, pero la paga era buena. LA GACETA ©