Casi no podíamos respirar. Estábamos sucios y enfermizos. Pero la situación ya nos resultaba habitual. Parecía que nos habíamos acostumbrado a ella. Hasta que el cielo se encapotó y nos regaló sus gotas de agua. Y entonces nos dimos cuenta de cuán contaminados habíamos estado. Un equipo periodístico de LA GACETA realizó una elocuente producción fotográfica en el primer mirador de la ruta 338, que va a San Javier.  

La sesión inicial se concretó el lunes 20, entre las 12 y las 13, antes de que se produjera la ansiada lluvia del miércoles siguiente que le puso fin a la sequía en Tucumán. Ayer (exactamente siete días después) y luego de que se registraran varias precipitaciones, el fotógrafo regresó al lugar, a la misma hora. Allí llevó a cabo la segunda serie de tomas. Al comparar las imágenes, se aprecia una ciudad oculta y otra recostada sobre un cielo celeste.

Las toneladas de carbonilla, los gases de los vehículos, el humo de la quema de caña y la tierra en suspensión habían generado una atmósfera grisácea. Las fotografías evidencian, además, la reducción de la visibilidad debido al smog. LA GACETA ©