NAGASAKI, Japón.- Cuando la bomba atómica estadounidense "Fat Boy" destruyó Nagasaki hace 65 años, uno de los edificios quemados fue la catedral Urakami, pero la cabeza de la estatua de madera de la Virgen María resistió a la deflagración, lo que los japoneses católicos calificaron como un milagro. La onda expansiva ardiente de la deflagración que devastó la ciudad el 9 de agosto, y dejó más de 70.000 muertos, pulverizó las vidrieras y los muros del edificio, carbonizó el altar y fundió la campana. El ícono conservó el estigma de la guerra: los ojos se quemaron, dejando las cuencas negras, la mejilla derecha ennegrecida y una fisura que corre a lo largo del rostro como una lágrima. (AFP)