Maitena Díaz tiene 4 años. Con varios días de anticipación les pidió a sus padres que la prepararan para el Mundial, sin saber qué es ni dónde queda Sudáfrica. A ella sólo le importó ponerse la camiseta y pintarse la cara con corazones albicelestes. Fue su debut como espectadora del torneo. Maitena fue una de las primeras que se instaló frente a las tres pantallas gigantes montadas en la camioneta de LA GACETA del Mundial, que estacionó junto a la puerta de ingreso del ingenio La Trinidad. Ahí estuvo la nena, aguantando el frío con los abrazos de su madre. Sus ojitos pardos iban de un lado a otro.
"Estoy muy emocionada", le dijo a LA GACETA con timidez. Antes del comienzo del partido descubrió un mundo que no olvidará jamás. Con el correr de los años lo irá entendiendo. Vio como todos se unieron para alentar a la Selección. Chicos y grandes. Empleados y jefes. Atletas y disminuidos físicamente. Suegras y yernos. El que tenía una copita de más y el policía. Todos, pero todos, se unieron para darle fuerza al equipo que dirige Diego Maradona.
A los pocos minutos del inicio del partido, la pequeña correteó sin parar. Sólo se quedó quieta cuando su mamá, con tono firme, la reprendió. Se asustó con los griteríos que generó el gol de Gabriel Heinze, pero cuando le explicaron qué había pasado, ella también dio rienda suelta a su alegría. Maitena no sufrió con los goles que desperdició Lionel Messi o con los contragolpes de Nigeria. Ella jugó y habló sin parar por los alrededores de la camioneta.
La paz en la Trinidad murió al finalizar el encuentro. El estallido de varias bombas fue una clara señal de que se había desatado la locura. No pasó mucho tiempo para que las motos y autos, a bocinazos limpios, recorrieran el pueblo. Y Maitena, con las porras albiceleste al viento, participó de ese minidesfile triunfal. Descubrió lo que es un triunfo de la Selección y, por la sonrisa que tenía dibujada en el rostro, da la sensación de que quiere más.