Suele decirse que el 25 de Mayo de 1810 nació nuestra nación. Es un concepto errado; lo justo es decir que esa fecha marcó el comienzo de un proceso que condujo a ello: La destitución del virrey Cisneros y su reemplazo por una Junta Provisional Gubernativa fue la reacción del municipio de Buenos Aires, capital del Virreinato del Río de la Plata, a la ocupación de España por el ejército napoleónico y el cautiverio del rey Fernando VII.  Su justificativo fue hacer la retroversión de la soberanía al pueblo y defender los derechos del amado monarca. No se habló entonces de soberanía política ni de independencia; aunque la idea ya existía en el Virreinato, como lo mostraron los movimientos de  1809 en Chuquisaca y en La Paz, donde tuvo un claro sentido  independista.     
Con el movimiento de Mayo salió a luz una vieja realidad del país: la del distanciamiento existente entre las ciudades del Virreinato y Buenos Aires. Fue cuando la Junta se arrogó la representación de ellas en carácter de "hermana mayor" sin una consulta previa, revelando su determinación de imponer la hegemonía política porteña. También demostró carecer de un proyecto de país, de un proyecto político base de una organización nacional planteada según los intereses del conjunto. Les solicitó enviar diputados pero lo hizo como una concesión, no como acto de convicción política, tanto que en los hechos evitó incorporar esos diputados al cuerpo deliberativo.
Esta actitud explica por qué, cuando pidió a las ciudades reconocer su autoridad, varias se resistieron. Montevideo la rechazó. Paraguay se mantuvo autónomo. En Córdoba estalló una contrarrevolución. Las integrantes  de la Intendencia de Salta (Tarija, Jujuy, Tucumán, Santiago y Catamarca) la reconocieron. Chuquisaca y Potosí no, y como para la Junta era fundamental conservar el Alto Perú, envió allí al Ejército Auxiliar.
El balance de su suerte fue negativo. Al triunfo de Suipacha siguieron el desastre de Huaqui, el éxodo Jujeño y la orden del Primer Triunvirato impartida a Manuel Belgrano de retirarse hasta Córdoba y abandonar las provincias norteñas al avance realista, en total desconocimiento del sentir de sus pueblos. Pero Belgrano, hombre que lo comprendió, al llegar a Tucumán y encontrarse con el apoyo de la población, desobedeció la orden y se quedó a pelear.  
El resultado fue el triunfo extraordinario de la Batalla del 24 de septiembre de 1812 que impidió la pérdida de las provincias del Norte -como se perdió el Alto Perú- y salvó a Buenos Aires, único centro revolucionario en pie entre los varios sofocados en Sudamérica. Pero aún estaba pendiente  declarar  la independencia de aquellas que comenzaban a llamarse Provincias Unidas y dotarlas de una Ley Suprema. La realidad era que las provincias estaban profundamente desunidas y cuando el Directorio las convocó para realizar un Congreso General Constituyente no todas asistieron, y sólo  el Norte, concretamente Tucumán, ofreció las condiciones propicias para celebrarlo.
Así, transcurridos seis años del movimiento de Mayo, el 9 de Julio de 1816 los congresales tomaron la  decisión trascendental para el futuro de la patria, de romper los vínculos que la ligaban a los Reyes de España... e investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli. Después agregarían: y de toda otra dominación extranjera.
Ese fue el día en que nació la Nación Argentina. Por eso el Bicentenario del 1816 es la celebración máxima de nuestra patria.
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Teresa Piossek Prebisch - Historiadora, miembro correspondiente de la
Academia Nacional de la Historia y presidente de la Junta de Estudios
Históricos de Tucumán.