Gregorio Badeni no deja de ligar los desencuentros, que advierte actualmente con preocupación en la sociedad argentina, con la falta de conocimiento y de vivencia efectiva de los principios y valores que contiene la Constitución nacional. "El desconocimiento obedece fundamentalmente al deterioro de la educación cívica y, en general, a la falta de dirigentes que cumplan fielmente la Carta Magna y cuyas conductas sean modelos para aquellos a quienes representan", advirtió a LA GACETA durante una entrevista telefónica. Profesor emérito de la Universidad de Buenos Aires (UBA), este catedrático de Derecho Constitucional aplaude iniciativas como "Chau indiferencia/Ahora la Constitución", en virtud de la cual nuestro diario -como otros del interior y de la Capital Federal-, junto con la edición del martes, repartirá gratuitamente ejemplares de la Constitución.

-¿Cuál es la importancia de esta campaña?

-Apunta a generar conciencia constitucional y respeto por las instituciones republicanas. La Constitución es un instrumento de gobierno en el que se establecen los fines de la sociedad y los medios para conseguir esos fines, que básicamente son tres: libertad, dignidad y progreso del ser humano. La Constitución fue dictada como símbolo de unidad nacional. Hay que recordar que entre 1810 y 1853/60 se desarrollaron cruentas guerras fraticidas que impedían la organización institucional sobre la base de la unión del pueblo argentino.

-La unidad, entonces, es el primer mensaje de la Constitución...

-Así es. Ese carácter de elemento de unión y de organización permitió que Juan María Gutiérrez, el 1 de mayo de 1853, cuando fue sancionada la Constitución, proclamara que ella "es la nación argentina hecha ley". Pocos meses después, cuando fue jurada solemnemente el 9 de julio en la Iglesia matriz de Catamarca, fray Mamerto Esquiú, en su sermón sobre la Constitución, destacó la importancia que ella tenía para disipar las luchas fratricidas y para concretar la unión en aras del progreso, la libertad y la dignidad. Este mensaje permitió el nacimiento del Estado argentino, que hasta entonces no existía. Aunque conservaron su autonomía, las provincias, a partir de la sanción de la Constitución, cedieron su soberanía, precisamente para forjar el Estado nacional sobre la base de la unión, la tolerancia, el respeto recíproco y el pluralismo.

-¿Resulta notable el contraste entre ese programa de unidad y lo que ocurre actualmente?

-Sí. Precisamente, eso se da porque no se conoce debidamente la génesis de nuestra Constitución, que muchos han proclamado como una de las mejores del mundo por su técnica y por su contenido. El desconocimiento determina que, muchas veces, los ciudadanos no sepan cuál es el fin que persigue la sociedad argentina y que, por el contrario, lo identifiquen con el que tiene la corporación a la que pertenecen. Esto, necesariamente, acarrea desunión e intolerancia.

-¿Que le diría al ciudadano que, después de leer la Constitución, puede advertir una notable distancia entre las previsiones normativas y lo que sucede en la realidad?

-Que no baje los brazos y que no acepte como un hecho consumado la desarticulación constitucional. Frente a las violaciones de la Constitución, hay que exigir que se concrete realmente la república democrática que ella impone. Todos, dentro de nuestras áreas de desempeño y de nuestras posibilidades, debemos hacer un esfuerzo para que nuevamente el curso del Estado argentino sea alcanzar la libertad, la dignidad y el progreso, para todos los habitantes, y no sólo para alguna corporación o facción.