Nació el 15 de julio de 2016, casi 10 años atrás. Y algún día, necesariamente, debía concluir. Al viaje de “Stranger things” lo aguarda hoy el último episodio, anunciado como una suerte de película de más de dos horas de duración, suficientes para clausurar todos los ciclos y conflictos desatados a lo largo de cinco temporadas. Y por supuesto, ya se habla del “síndrome Game of Thrones”, disparado por un fandom que teme toparse con un epílogo forzado y que no termine de cerrar semejante historia, más un fenómeno cultural que un show de TV.

Es cierto que “House of cards” instaló el modelo de binge watching -esto de emitir juntos todos los capítulos de una serie-, pero fue “Stranger things” el producto que terminó de consolidar a Netflix como “la” plataforma de streaming, a caballo de ese título capaz de absorber las conversaciones en redes, santo grial de las estrategias de marketing. Un revival ochentoso a puro sci-fi nostálgico, capaz de lanzar al estrellato a un puñado de chicos/jóvenes, de revivir carreras -como la de Winona Ryder y (tal vez) la de Linda Hamilton- y hasta de perturbar los rankings musicales devolviéndole el brillo a hits que la amplia mayoría había olvidado por completo.

WINONA RYDER. Interpretando a Joyce Byers relanzó su carrera.

“Stranger things” está lejos de terminar como había empezado; la frescura del comienzo, todo aquello que de sorpresivo proponía el show, fue mutando a medida que los chicos crecieron y que las ideas empezaron a girar sobre sí mismas. Esta última temporada, partida en tres, contagia esa sensación de “más de lo mismo”, anclada en la presunción de que Millie Bobby Brown, enfundada en un traje de Eleven que hace rato le queda desajustado, bajará la persiana con el brazo extendido y la nariz sangrante hasta acabar con el villano Vecna, con el abismo y con cualquier otra amenaza de último momento. ¿Morirá?

MILLIE BOBBY BROWN. El papel de Eleven la transformó en estrella.

Y no, Millie ya no puede dar adolescente en pantalla cuando viró a bomba sexual, dueña además de un contrato multimillonario de exclusividad con Netflix cuyas cifras se guardan bajo siete llaves. Y mucho menos Sadie Sink, que ya cumplió los 23 y hasta es considerada por Vogue como una fashion-icon.

Ganadores

Hay varios ganadores al cabo de esta partida de “Calabozos y dragones” que es desde el comienzo “Stranger things” (y hay quienes afirman que en realidad todo es un gran juego de rol, a cargo de un grupo de nerds convenientemente ochentosos, lo que se develaría al final de la historia y podría generar toda clase de erupciones críticas, aunque en realidad ¿cuál sería el problema?). Netflix, los integrantes del elenco, Kate Bush y sus colegas redimidos por un glorioso retorno a los charts tras 40 años en el limbo, los millones proporcionadas por la memorabilia, el universo creado en torno a la serie -desde libros a potenciales spin-offs-... Todo es ganancia neta y detrás, por supuesto, asoman inteligencias para nada artificiales, intuitivamente convencidas de que este era el camino al triunfo. Hablamos de dos hermanos, Ross y Matt Duffer.

GATEN MATARAZZO. Dustin, su personaje, es favorito de los fans.

Habían dirigido una película que pocos vieron (“Hidden”) y escrito los guiones de una serie (“Wayward Pines”) producida por M. Night Shyamalan, que estaba bastante buena pero no alcanzó la masividad esperada. Los Duffer tenían el plan perfecto: década del 80, con su estética, su música y su lógica política de la guerra fría; niños, a lo Stephen King/Goonies; ciencia ficción, suspenso, pases de comedia, romances incipientes. El productor Shawn Levy lo cazó al vuelo y Netflix se embarcó en el transatlántico correcto. Planetas perfectamente alineados.

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A la vuelta de la década, con una pandemia de por medio que ralentizó el proceso, uno de esos niños terminó saliendo del closet en momento clave y epifánico del penúltimo episodio, lo que en cierto modo traza la longitud de la ruta recorrida. O sea, los que jugaban a la aventura del “upside-down” allá por 2016 hoy afrontan sus propios rumbos existenciales en plan cuasi adulto. Hawkins, bucólico pueblito del comienzo, es hoy una caldera del diablo. Tiempo entonces de descomprimirla a partir de una inevitable salida.