La vida que comienza siempre ha sido objeto de festejo, destaca un panorama de LA GACETA del 24/12/2005. De ahí la costumbre de celebrar el nacimiento de Jesús, que abarca un amplio espacio de pueblos. En los idiomas latinos la palabra Navidad proviene de “natividad” o nacimiento; entre los anglosajones se dice “Christmas” o “misa de Cristo” y en algunas lenguas como el alemán se usa la expresión “Weihnacht” o “noche de bendición”. Esta celebración abarca mucho misterio y simbolismo y hábitos de esos distintos pueblos, muchos de ellos paganos de Europa, que fueron convertidos y unieron la celebración del solsticio de invierno con el nacimiento de Jesús. Más tarde, una conmovedora leyenda medieval que narra la odisea de un niño que es cobijado en la familia de un leñador dio origen al árbol de Navidad. Para agradecer la bondad del leñador el niño toma la rama de un pino y les dice que la siembren con la promesa de que cada año daría frutos abundantes. En los pueblos anglosajones cobró fuerza el personaje de Papá Noel. Y después de las fiestas aparecen los Reyes Magos. La religiosidad y los símbolos impregnan estas fiestas a las que se unieron los regalos y la marea comercial.
Una película de hace unos años, “El expreso polar”, de Robert Zemeckis, cuenta el mágico viaje de un niño que está dejando de creer, en el que conoce a otros niños y aprende a ver la vida de otra manera y a apreciar la esencia de los valores de la existencia aunque se pierda la inocencia. También es de recordar la tregua de Navidad de 1914, cuando los soldados alemanes y británicos en las trincheras de la Primera Guerra Mundial dejaron de dispararse y cantaron villancicos e intercambiaron regalos, mostrando algo de humanidad en el conflicto.
El arzobispo Carlos Sánchez destaca que “lo esencial está en la fuerza del amor y no en las cosas materiales” y que hay que valorar la compasión y el apoyo al necesitado. “Para los cristianos, el pesebre es una cátedra. Allí vemos a un niño pobre, recién nacido, necesitado”. Al respecto, es de recordar que otro obispo, monseñor Melitón Chávez, recordaba allá por los años 2010 que Jesús nació en un lugar como la Costanera, para ayudar a la reflexión sobre el significado necesario de esta celebración, en la que a la vez que nos complacemos en regalar a los seres queridos y en juntarnos en una mesa preparada con cosas especiales, tenemos que pensar en quienes están desplazados. Es que los momentos de alegría y fiesta siempre parecen desmentidos por las guerras, las injusticias y el dolor. Allá lejos, en Ucrania, Gaza, Venezuela, o acá cerca, en las calles donde hay chicos pidiendo ayuda o vendiendo limones, golosinas o bolsas de residuos, y en la misma Costanera, donde las injusticias y la justificación de las atrocidades humanas parecen siempre imponerse sobre la compasión y la empatía.
La Navidad es fecha propicia para meditar en la humanización del hombre , más allá del pavoroso avance de la técnica, del consumo, del individualismo, del fragmentarismo y de la vida acelerada. Todo eso está junto a la mesa cordial y al espíritu de reflexión que propone una tregua en la congoja del mundo, como para empujar con buenos propósitos hacia un futuro mejor.