Alex Villa se ata los guantes cuando el sol todavía no termina de levantarse. El cuerpo acusa el cansancio, claro. Ya pasó la segunda semana de pretemporada y hubo tres días de doble turno. Sin embargo, cuando se para frente al arco, todo se acomoda. Mide 1,84, tiene 18 años y una serenidad impropia para su edad. Ataja bajo las órdenes de Carlos Barrionuevo (entrenador de arqueros) y cumple, sin atajos, la rutina diaria de la Primera de Atlético Tucumán. Para él, ese detalle no es menor; es el sueño que empezó a dibujarse cuando era chico, en Los Aguirre, a la vera de la ruta 157.

Villa viene de una familia de arqueros; el oficio le corre por la sangre. Su papá Juan atajó en Tucumán Central; su padrino Sebastián González lo hizo en UTA y su tío Matías también siguió el mismo camino. En casa, el arco no era una rareza, era un destino posible. “Ser arquero siempre estuvo en mi mente”, dice.

A los siete años jugaba el torneo de “Cebollitas” en su barrio; a los ocho ya estaba en Tucumán Central. Después llegó Atlético y, con él, un recorrido completo por las infantiles, infantiles, pre-AFA, novena, octava, séptima y sexta. El proceso, largo y paciente, lo fue formando tanto como los entrenamientos.

Hoy vive en el barrio 100 Viviendas de Los Aguirre, con su mamá Natalia y su papá Juan. Desde ahí viaja cada día para entrenarse. Mientras termina un curso de inglés que el club dispuso para los juveniles, intenta ordenar una vida que, de pronto, se aceleró. “Es un sueño entrenarse con el plantel de Primera”, confiesa. No lo dice como frase hecha, sino como constatación. Llegó al club de pequeño, casi por casualidad: “Nos enteramos por redes sociales de que había pruebas. El papá de un compañero de Tucumán Central, que ya se había ido a probar, habló con mi papá. Me preguntaron si quería ir y dije que sí; que estaba ilusionado”. Años después, el llamado dio frutos.

CONCENTRADO. Villa (segundo desde la derecha) escucha atentamente las indicaciones de Carlos Barrionuevo (entrenador de arquero).

En el camino hubo apoyos clave. Alex no duda cuando nombra a Gustavo Roldán, su arquero en infantiles: “Fue el que me hizo quedar; el que me hablaba, me apoyaba y me daba confianza”.

Eso sí, también hubo decisiones difíciles. En 2016, con apenas nueve años, tuvo la chance de ir a una prueba en River. Pasó todas las instancias y quedó. Incluso tenía la chance de quedarse en la pensión. Pero la familia decidió otra cosa. “Eran otras edades, otros tiempos”, dice sin reproches.

El presente lo encuentra entrenándose con arqueros de Primera y acumulando experiencias. Ya tuvo minutos en la Liga; debutó contra Amalia y también atajó contra San Lorenzo de Delfín Gallo. “Uno siempre tiene que estar listo”, repite.

Aunque juegue en inferiores de AFA, sabe que la oportunidad puede aparecer de un día para otro. “Cuando faltan arqueros en Primera, me llaman. Hay que estar preparado en todos los aspectos”, dice mientras tiene la esperanza de quedarse entrenándose en Primera también en 2026.

Villa mira a arqueros consgrados para intentar crecer en su carrera

Alex tiene espejos definidos. Franco Armani, Facundo Cambeses, Emiliano Martínez y Darío Sand. “Trato de aprender todo de ellos”, explica. No copia gestos; busca entender decisiones, tiempos y lecturas. En eso, la guía de Barrionuevo es central. “Es uno de los mejores, no sólo como entrenador, sino como persona”, dice. Los trabajos son extensos, exigentes, pero también formativos. En la primera convocatoria, cuando el DT era Lucas Pusineri, los nervios lo traicionaron. “Al día siguiente ya no”, sonríe. Desde entonces aprovecha cada detalle.

Fuera del fútbol, la vida sigue. Alex cursa el sexto año en la Escuela de Comercio N° 2 y le queda una materia para cerrar el ciclo. No pierde de vista que el camino es largo y que el arco no perdona distracciones. “Lo que estoy viviendo ahora es una oportunidad única”, resume. “A cuántos chicos de mi edad les gustaría entrenarse en Primera”, repite. “Ojalá que en 2026 pueda seguir por este buen camino”, agrega.

En Los Aguirre, el interior vuelve a aportar un valor. No es una excepción; es una historia más de esas que crecen lejos del ruido y llegan, de a poco, a la escena grande. Villa se ata los guantes otra vez; el entrenamiento empieza y el sueño está más fuerte que nunca. (Producción periodística: Carlos Oardi)