No fue una votación apurada ni un nombre elegido por inercia. Detrás del anuncio de María Emilia Filgueira como Deportista del Año hubo horas de lectura, comparaciones finas y debates silenciosos. Cada currículum exigió una mirada atenta, casi quirúrgica, porque elegir a una sola atleta entre decenas de trayectorias valiosas nunca es sencillo. En esa tarea estuvieron involucrados 47 jurados, provenientes de distintos ámbitos del deporte y el periodismo, que coincidieron en algo esencial: la distinción de la Fiesta del Deporte de LA GACETA no sólo consagra resultados, sino que reconoce procesos, esfuerzo y constancia.
Roberto Sánchez, ex automovilista y ganador del premio al Mejor Deportista en 2003, habla desde la experiencia. “Es un reconocimiento al esfuerzo que hubo durante todo el año, porque hay muchas cosas que no se ven: el sacrificio, lo que cuesta llegar a una competencia”, explicó. Para Sánchez, el valor del premio está en su simbolismo: “No es dinero, no es nada material, es un estímulo. Es como una inyección para seguir trabajando”. Su propia historia, marcada por múltiples distinciones, refuerza la idea de que estos premios dejan huella y empujan hacia adelante.
Rubén Urueña, presidente de la Federación de Básquet de Tucumán, remarcó la dificultad de elegir entre tantos méritos. “No creo que sea elegir al mejor, sino al destacado”, aclaró. Para él, el premio reconoce una vocación que muchas veces se sostiene “a pulmón”, sin grandes apoyos. “Es una motivación total. Es un estímulo al esfuerzo diario, a lo que se construye minuto a minuto”, sostuvo, valorando además la responsabilidad de haber sido jurado.
Darío Conticello, gerente de Carreras del Hipódromo de Tucumán, vivió su primera experiencia como jurado y no dudó en calificar la gala como “una fiesta maravillosa, transparente y de gran nivel”. Subrayó el impacto que estos premios tienen en los más jóvenes: “Son un empuje y una gran motivación”. También destacó un rasgo distintivo del evento: “Acá compiten de igual a igual un deportista profesional y uno amateur, y eso es muy destacable”.
Desde el periodismo, Luis Bianchini puso el foco en la amplitud generacional de los nominados. “Hay chicos de 11 años y deportistas de más de 40. Eso habla del esfuerzo que hay detrás de cada historia”, señaló. Para él, el reconocimiento de un medio como LA GACETA tiene un peso especial: “Todo deportista espera ser visto, y este premio es una gran motivación para el deporte tucumano”.
Ana Pedraza aportó una mirada sensible sobre la realidad económica del deporte amateur. “Muchos chicos invierten todo en sus sueños y no siempre tienen apoyo económico”, explicó. En ese contexto, el premio funciona como algo más que una estatuilla: “Es un mimo al esfuerzo, al sacrificio, a la disciplina de personas que nos representan y nos llenan de orgullo”.
Luciana Flores, encargada de prensa de la Asociación Tucumana de Hockey, confirmó que la expectativa se vive durante todo el año. “Los deportistas esperan este evento porque sienten que alguien vio todo el trabajo que hicieron”, dijo. En su disciplina, incluso, el tema se instala con anticipación: “Cuando se acerca fin de año empiezan las preguntas, las conjeturas. Eso habla de la importancia que tiene”.
Josefina Zelada, también periodista, resaltó la diversidad de disciplinas y edades que encontró al analizar los currículums. “Hay deportes que no se visibilizan tanto y figuras muy jóvenes que impresionan”, comentó. Para ella, el premio es una aspiración legítima: “Es un reconocimiento al trabajo mental y físico, a una constancia que no es para nada sencilla”.
En ese cruce de miradas, la elección de Filgueira terminó sintetizando todo aquello que los jurados buscan destacar: resultados, sí, pero también perseverancia, compromiso y una carrera construida sin atajos. Cuando se apagaron los aplausos y quedó el eco de la gala, la sensación fue unánime: más allá de un nombre propio, la Fiesta del Deporte volvió a confirmar que el verdadero triunfo está en reconocer a quienes sostienen el sueño deportivo todos los días.