Una tarjeta de fin de año con sello tucumano llegará este martes a los lectores de LA GACETA. Quienes compren el diario encontrarán una imagen especialmente diseñada por el artista plástico Alejandro Contreras Moiraghi, como parte de la serie Carretillas, un trabajo que combina reflexión, ironía y una mirada sensible sobre las cargas emocionales de la vida cotidiana. La propuesta busca acompañar simbólicamente el cierre del año, con una obra que invita a detenerse y observar aquello que cada persona lleva consigo, más allá de lo visible.
La serie Carretillas
“La postal de fin de año está dentro de una serie donde hay un vehículo que articula todo: las carretillas”, explica Contreras Moiraghi. En su concepción, la carretilla deja de ser una herramienta asociada al esfuerzo físico y al traslado de materiales pesados: “En este caso, la carretilla deja de ser un objeto de carga de materiales pesados que involucran mucho esfuerzo físico, para cargar cosas simbólicas. Algunas tienen que ver con el amor que, para bien o para mal, son una carga”.
En ese sentido, el artista remarca que aquello que parece intangible adquiere una forma concreta en la obra. “Eso que que tiene que ver con las emociones y con los sentimientos, se materializa”, señala. Para Alejandro, la imagen también remite a decisiones vitales. “Esto marca la dualidad sobre el camino a elegir en la vida. Esta es una carga pesada, simbólica, muy característica de todos”, dice.
El drama aparece como parte inevitable de la experiencia humana, aunque el artista decide abordarlo desde otro lugar. “Lo dramático forma parte de nuestras vidas y también es como tomamos esas situaciones límites que nos desbordan. En la obra, tomo con humor e ironía eso”, afirma.
Otro concepto está representado a través de un personaje recurrente en su producción. Se trata de Tipito, una figura reconocible que lo acompaña desde hace años. “Un crítico alguna vez, en alguna nota, lo bautizó como Tipito y quedó ese nombre”, explica.
En una de las obras, el personaje se dirige a rendir un concurso docente y lleva en andas su currículum. “La carga tapa su mirada y hace que el personaje tenga que mirar para el costado para poder ver por dónde va en la vida”, detalla el artista, al describir una escena donde la presión y la incertidumbre terminan por desbordar al protagonista.
El artista se define como profundamente ligado a su provincia. “Estudié en la Escuela de Bellas Artes y después hice la licenciatura en la Facultad de Artes. Me gané una beca para ir a hacer una residencia en Johannesburg, Sudáfrica, que fue un trampolín muy importante para después participar de otros eventos fuera del país”, relata.
A pesar de sus experiencias en el exterior, su vínculo con Tucumán permanece intacto. “No viví en otra parte y eso es algo que me encanta porque siempre estuve en Tucumán. A pesar de tener un taller alquilado en Buenos Aires, iba y volvía, y de haber hecho varios viajes afuera, siempre regresaba a Tucumán”, expresa.
Sobre el escenario local, sostiene: “Tucumán es una cuna de artistas”. También reflexiona sobre la necesidad de fortalecer el reconocimiento interno. “Falta que nos valoremos más entre los tucumanos, que nos miremos más, que vayamos más a ver las obras de teatro, los recitales, las películas”, afirma, y destaca el espíritu colaborativo del ambiente artístico.
El mensaje final está dirigido a las nuevas generaciones. “A los jóvenes artistas, les digo que crean en ellos mismos y que bajen un poco el ego, porque obstaculiza el pensamiento y la creatividad, y que le metan para adelante”.